Cambiar de entrenador es parte elemental del futbol, casi tanto como buscar hacer más goles que los que se reciben. Bajo el tópico de, “es más fácil correr a uno que a 23”, los técnicos se han convertido en un elemento desechable más de la sociedad de consumo, según definiera célebremente Eduardo Galeano. Reflexión que no es de hoy, cuando todo va tan de prisa y tan cargado de vísceras, sino de varias décadas atrás.

Caído el sexto entrenador cuando el torneo mexicano no ha llegado a la mitad, resulta inevitable preguntarnos si los equipos creen en algo más que en la inercia. ¿Proyectos? ¿Plazos? ¿Ideas? No. Más bien, meros impulsos y hasta donde aguante ese personaje convertido en pararrayos de la institución.

Años atrás, entrevisté a Guy Roux, quien acumularía 44 años dirigiendo al club Auxerre. Según me explicaba ante la eterna plaga de despidos de sus colegas, “Si siguen cambiando de entrenador es porque no les ha funcionado su sistema. Que sigan igual entonces. Aquí tenemos un proyecto. Nunca hemos trabajado a corto plazo. Luego te equivocas y cambias algo, pero si no sigues ahí, ¿cómo vas a saber si acertaste en el cambio?”.

Así de claro. Quizá por eso quienes nunca cambian son quienes suelen hallar algo. O, más que quienes nunca cambian, quienes se permiten terminar un torneo para cambiar, quienes deciden en frío, quienes apuestan al mismo caballo por toda la carrera. No sólo por explotar al límite las aptitudes del DT, sino también como mensaje a los jugadores: más les vale rendir con quien está, que si no los discutidos serán ellos. Tan distinto, la relajación como norma, a la espera de que la directiva destituya y volver a jugar. No es casual que quien estrena entrenador suela debutar de forma positiva.

Caídos seis, es fácil imaginar que en la siguiente mitad de torneo serán echados unos cuantos más, para aproximarnos a un escenario en el que la mayoría deja de creer en un par de meses en lo que juró tener confianza en la pretemporada. Pero, ¿entonces en enero estaban tan seguros y antes de marzo perdieron la fe? Porque si era de otra forma no es entendible que hayan decidido empezar con quien no deseaban hacerlo.

Trazar una pretemporada con el plan B en la cabeza es como meter ingredientes al horno, asumiendo que el platillo no cuajará. Siendo así, mejor ahorrar tiempo y comida. Al menos eso dicta el sentido común, cada vez más extraño en el futbol.

Twitter/albertolati

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