Bendita popularidad presidencial que permite que suban de forma importante los precios de las gasolinas y no haya un solo reclamo, a pesar de que durante años prometió que bajarían los precios de estos combustibles.

Y francamente qué bueno que incumplió con esta promesa y permite que las gasolinas, como en los tiempos del neoliberalismo, se fijen por los precios internacionales, más una bola de impuestos altísimos que las encarecen.

Y es que con la carga de gastos que tiene el actual Gobierno y con la crisis de producción de petróleo que enfrenta Pemex, lo mejor es tener esa fuente de ingresos fiscales y no hacer de un subsidio a las gasolinas otro problema más para las finanzas públicas.

Hoy el gobierno de López Obrador entiende que los precios de los energéticos en México son una fuente de ingresos tributarios muy importante y que su subsidio emplea recursos que hoy son necesarios para otros programas que le resultan prioritarios.

Así que hoy su amplia base de seguidores asume con resignación y comprensión que las gasolinas son caras porque tienen muchos impuestos, necesarios para emprender la 4T.

Y así, mientras hoy un litro de Magna cuesta ya en la Ciudad de México 20.49 pesos, cuando hace no más de dos semanas estaba por debajo de los 19.80, a muchos les queda la esperanza de que pronto tendrán cumplida la promesa de gasolinas baratas.

De hecho, la promesa presidencial vigente habla de tres años para que tengamos combustibles baratos en México, cuando cree López Obrador que estará funcionando su sistema de nuevas refinerías.

Desde hoy es posible adelantar que eso no va a ocurrir. De entrada, la construcción de esas refinerías debería hoy estar más en duda que nunca, ante la situación precaria, agónica, de Petróleos Mexicanos.

Si algo de dinero queda para invertir en la empresa petrolera, éste debería destinarse a la producción de petróleo crudo. Después, claro de atender al pago de los importantes vencimientos de deuda que vienen.

Y si a pesar de la terca realidad, el actual Gobierno insiste en construir al menos la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, es posible que eso desencadene la baja en la calificación de Petróleos Mexicanos con incalculables consecuencias económicas que harían de la gasolina cara el menor de los problemas financieros de la administración actual.

La buena noticia, dentro de este entendimiento de conservar un esquema de precios de mercado, es que ayer el precio del petróleo se dio la vuelta muy fuerte y bajó de manera drástica.

Malas noticias para Pemex, que necesita ingresos con desesperación, pero esto podría provocar que a la vuelta de unos cuantos días se frene y hasta se reviertan los incrementos acelerados en los precios de las gasolinas de las últimas semanas.

A nadie nos gusta pagar más por los combustibles, pero es para celebrar que el actual Gobierno entienda las ventajas de no subsidiar los costos de estos productos que benefician más a los estratos sociales más altos, que son productos contaminantes. Y todo sin reclamo social.