Nicolás Maduro ya no tiene amigos. Realmente nunca los tuvo. Es muy difícil ser compañero de viaje de un sátrapa del tamaño de Maduro. Le quedan, eso sí, los fieles, los incondicionales. Claro que para tener amigos así, es mejor no tenerlos. Todos ellos presentan las mismas políticas de tiranía que él.
Las FARC se hicieron tristemente populares en la década de los ochenta. Su nombre saltó como las bombas que ponían, por todo el mundo. En su currículum de más de cinco décadas hubo extorsiones, asesinatos selectivos, abusos sexuales, secuestros y un largo etcétera. Sobre sus hombros hay cerca de 200 mil muertos. Todo un camino de terror. Consiguieron categorizar a Colombia como un estado de terror a nivel mundial.
Otro de los aliados es nada menos que el terrorismo de Hezbolá. Se trata de uno de los grupos terroristas más latentes de Medio Oriente. Entre sus múltiples “medallas” está el atentado contra la Embajada de Estados Unidos en Líbano, en 1983, con más de 60 muertos; el secuestro de un avión de Air France o el atentado en un aeropuerto de Bulgaria. Además de un reguero de asesinatos, raptos y extorsiones.
Nicolás Maduro ha flirteado con todos ellos como lo ha hecho con países como Cuba, Rusia, Irán o China. Todos ellos muy conocidos por el extraordinario régimen de libertad que practican, como todos sabemos.
El régimen de los ayatolás en Irán ha sido otro compañero de viaje de este conductor de camiones venido a más, borracho de poder sin tener un mínimo manejo de él. Por eso está donde está. Porque el poder le viene muy grande, y no sabe administrarlo. Por eso quiere quedarse toda la vida. No sabe vestirse por los pies como los hombres que cuando pierden una elección se marchan. Lo que hacen los pusilánimes e inmaduros, como el caso del venezolano, es apalancarse en el poder.
En este camino a ninguna parte le quedan países poderosos como Rusia o China. Al primero le preocupa más que Maduro pueda caer que al segundo. Putin veía a Venezuela como su tentáculo en Sudamérica. Ya tiene uno en Cuba. El segundo era perfecto, aunque parece que esta vez a Putin no le van a salir las cuentas.
Venezuela sigue desangrándose, pero esperemos que no por mucho tiempo. Maduro ha pasado de ser un títere de Rusia, que a su vez sojuzgaba a su pueblo, a ser el siguiente de una lista de dictadorzuelos que deberán purgar por sus excesos ante la comunidad internacional.
Ningún tirano ya puede evadir su responsabilidad. Eso es lo único que les puede quedar a las víctimas de Maduro.