En días pasados tomé una de las decisiones más importantes en mi vida política. Junto con otros compañeros, que compartimos en lo fundamental el mismo criterio, nos declaramos diputados independientes.

Con esa determinación dejamos atrás un pasado militante que nos ataba a dictados que ya no compartimos. Lo hicimos para decidir en conciencia votar a favor de lo que consideramos las reformas necesarias y de beneficio para la sociedad.

Soy diputado independiente porque estoy convencido que en esta nueva etapa de la vida política del país, y ante un nuevo escenario en la tercera alternancia en el poder en lo que va del siglo, debemos, como se hizo en otras ocasiones, otorgar un voto de confianza al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que obtuvo el apoyo mayoritario de los ciudadanos como hace mucho tiempo no ocurría en la historia contemporánea del país.
Pero, además, porque en coherencia con mis convicciones, creo que no podemos estar en contra de lo que siempre hemos luchado. Un México de bienestar, con seguridad y de oportunidades para todos.

En el tiempo de mi vida militante tuve la oportunidad de conocer al ahora Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; sé de su espíritu emprendedor y su gran capacidad de trabajo. Estoy convencido de su honestidad y buenas intenciones.

Su labor fue lo que ha motivado mi trabajo político y ha sido ejemplo a seguir cuando estuve en la administración pública y como legislador. Siempre velando por el bienestar y a favor de la gente, de manera particular de la menos favorecida.

Quienes me conocen, hasta mis propios detractores, saben que mi empeño y trabajo constante y permanente, además de la cercanía con la gente, son una característica que comparto con el ahora Jefe del Ejecutivo.

Creó, como él, que los programas sociales para beneficio de la población menos favorecida son necesarios. No se puede hablar de políticas de bienestar con un alto porcentaje de la población que no cuenta con los mínimos requerimientos para su desarrollo.

El viejo y gastado argumento que dice que son sólo un gasto y no una inversión ya no tiene cabida. La mejor inversión que debe hacer el Gobierno es invertir en su capital humano, y con eso estamos de acuerdo.