Cuando me refiero al primer tema de esta columna, el escudo chimalli circular con pieles de animales y plumas salió de Tenochtitlán tras la conquista española, como un regalo de Moctezuma para la corona de España. Y claro, regresó tres siglos proveniente de Austria, cuando México era ya un país independiente, gracias a los oficios del Emperador Maximiliano de Habsburgo.
La pieza, que ha estado almacenada casi dos décadas, se exhibirá hasta mayo en el Castillo de Chapultepec en Ciudad de México, como parte de la conmemoración de los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a territorio mexicano. Pero del Penacho de Moctezuma, no dicen ni sí ni no, porque en su traslado podría sufrir cambios. No sé quién es el propietario del Chimalli (escudo o protección, en lengua náhuatl), pero en los últimos años investigadores del INAH y de la UNAM han indagado sobre la composición de la obra. El chimalli de Chapultepec se exhibe en una vitrina en la que uno puede observar ambos lados del escudo. Mientras el anverso es la cara más conocida del tesoro, con sus plumas de colores, el revereso muestra la detallada tarea de los artesanos aztecas.
Viva en el mundo triunfa
La comunicadora e historiadora Ingrid Yrivarren nuevamente triunfa en todo lo alto. La historia y la tradición que distinguen –principalmente– a las cocinas mexicana y peruana suman por primera vez en un libro que muestra la espiritualidad de ambos países. Recibí el libro México y Perú, gastronomías milenarias, de la directora de Viva en el Mundo (ingrid Yrivarren), que fue presentado con toda pompa en El Club de Industriales que dirige Pepe Carral.
A través de las 320 páginas que conforman el compendio editado por Penguin Random House, Yrivarren sabe mostrar el amor que siente por su país (Perú) y el que es su hogar desde hace 15 años (México), sino que también explora la historia de los alimentos de valor fundamental para la cultura prehispánica, andina y mesoamericana. Como ustedes saben, las cocinas de México y Perú se ubican entre las siete mejores del orbe (Francia, España, Italia, China, La India, etcétera). Allí vi a chefs destacados de ambos países como Mónica Patiño, Susana Palazuelos, Mauricio Montiel, Abigail Mendoza, Francisco Molina, Gaby Ruiz, entre otros.
El libro lo presentó Enrique Krauze, que hablo de su respeto por Perú y de los escritores Mario Vargas Llosa y Fernando de Szyzlo. Por cierto, Yrivarren recibió el Molcajete de Plata, que le fue entregado por Rene Martínez, y por Alfonso de Robina (presidente de la Academia Mexicana de Gastronomía). Allí vi al embajador de Perú en México, Julio Garro; Luis Gálvez, Carlos MacKinlay, Mardonio Carballo y a Luigi Macotta, embajador de Italia. También, presentes, los Juan Antonio Pérez Simón; Rogerio Azcárraga, Sergio Covarrubias, Tere Zermeño, la famiia Merlos; Juan Bordes, Shula Gittler, Lourdes Ascencio, Sergio Covarrubias, Marisol Adalid, Tere Zermeño, Lolita Dalhauss, Alberto Velasco, Kena Moreno, Joe Fletcher, entre otros tantos.
Comida en el ajo blanco de Rafael Guara
Gourmets de altos vuelos se dan cita en el feudo El Ajo Blanco, de la Calle Pedregal, en pleno Virreyes, para paladear sus exquisiteces. Cuentan con un menú vasco extraordinario. A mi me gustó mucho el pescado verde Al—Pilpil, y a Jose Careaga los pescados del Cantábrico. Este Ajo Blanco más el Puerto Banús, localizados en las Lomas son ahora junto con Chyna los tres restaurantes de moda del área. La próxima semana hablaré del feudo de Vero Serrano y el chef Harari por cuestión de espacio. Conversé con Ignacio Armida, Chucho Vázquez rey, Jordi Rosado, JJ Origel, y les diré que los feudos españoles cuentan con un cheque promedio de 650 pesos, mientras que el restaurante chino de Pablo Moctezuma puede llegar a 1.000 pesos sumando el vino.