Los títulos en las obras de José Revueltas sugestionan al lector, sean éstos de las novelas o ensayos políticos que publicó: Dios en la Tierra, El luto humano, México 68, Democracia bárbara. Todas incitan a compenetrarse en su lectura, ante la provocación del nombre sugestivo, así recientemente escuchamos otra vez el título de la novela Los muros de agua, en la que al igual que El apando, Revueltas narró sus vivencias en el penal de las Islas Marías, a donde lo llevaron sus ideas políticas y su contumaz oposición al régimen.
Hace unos días, el Presidente de la República anunció la descolonización del penal de las Islas Marías para convertirlas en un proyecto educativo, de investigación y de conservación ambiental, el que supimos llevará el nombre del título de la novela de Revueltas en la que él describe la vida en el penal y sus miserias: la desesperanza, el aislamiento del mundo, la manifestación de todas las abyectas conductas en la que se degrada al ser humano al privársele de la libertad, pero sobre todo la crueldad en el trato a quienes como Revueltas fueron encarcelados por oponerse al Gobierno.
Con el anuncio de que el proyecto de las Islas Marías se denominaría Los muros de agua, revivieron los pasajes sobre esta colonia, desde las “cuerdas” con las que trasladaban a los presos a ese temido penal, hasta la película de ese nombre con Pedro Infante, y otras historias de presos que purgaron sentencias allí: la Madre Conchita, Concepción Acevedo de la Llata y Carlos Castro Balda, quienes fueron condenados como autores intelectuales del asesinato de Álvaro Obregón en aquellos años de la confrontación entre el Estado Mexicano y la Iglesia católica.
Con la desaparición de la colonia penal de las Islas Marías y ante el cierre del Palacio de Lecumberri para convertirlo en sede del Archivo General de la Nación, concluye una etapa en la vida política de México, la década de los 50, 60 y 70 cuando se encarcelaron a disidentes políticos, muchos de ellos honra nacional del arte y la cultura: como Siqueiros, Revueltas, Eli de Gortari, Heberto Castillo y luchadores por los derechos laborales y políticos como Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Othón Salazar y Salvador Nava, entre otros. Hoy nos parecería increíble que se les encarcelara por opinión u oposición, amparados en el draconiano artículo 145 bis, que tipificaba el delito de disolución social.
La supresión de los opositores mediante el encarcelamiento para reducir su acción política o en ocasiones el asesinato fue práctica del poder para reprimir resistencias. El mundo ha cambiado, las décadas del autoritarismo extremo estaban marcadas por la guerra fría, con las secuelas de espionaje, temor y terror y la carencia de libertades; pero la legalización de los partidos que se oponían desde la clandestinidad en los años 70, la competencia electoral y la apertura a mayores espacios de opinión flexibilizaron el control del Estado y sus aparatos al abrirse las válvulas de escape a la tensión social, así paulatinamente el pueblo alcanzó mayores libertades y el Estado cedió y redujo sus aparatos de opresión y represión, hasta ahora que un Gobierno calificado de izquierda y su presidente AMLO remarcan cotidianamente un pleno ejercicio a las libertades de opinar y de disentir, incluso en las esferas del sistema político, y predican una plena tolerancia.
En los países los símbolos pueden conservarse para no olvidar las virtudes y los heroísmos; para ello se alzan obeliscos y se conservan monumentos, pero también se destruyen para borrar infamias o los destruye el tiempo. Qué sería de la memoria si los franceses conservaran la Bastilla, símbolo de todos los oprobios del despotismo real, así en nuestro país desaparecen cárceles y mazmorras en donde se pretendió destruir opositores; la memoria queda escrita en los testimonios y en los vestigios materiales, aunque cambie el destino de la Isla María Madre, en Los muros de agua queda el recuerdo de que fue prisión para internos del orden común y presos de conciencia.
Ahora el gobierno de la cuarta transformación al nombrar al proyecto de las Islas Marías Los muros de agua da un mínimo reconocimiento a José Revueltas; se le deben otros. Cuando él se encontraba preso en Lecumberri por su participación en el Movimiento del 68, Pablo Neruda envió una carta al presidente Díaz Ordaz abogando por la libertad de quien dijo es “un gran escritor”. El entonces Presidente respondió al poeta chileno que aunque reconocía a Revueltas, su gobierno no podía pasar por encima de la Constitución, así contestó el Presidente que violando una y mil veces la Constitución envió a la cárcel y a la muerte a tantos jóvenes mexicanos, tiempos esos que seguramente los mexicanos no volveremos a vivir.