Cosas raras de los caprichos del futbol: encarar a dos acérrimos adversarios de forma inmediata en torneos diferentes, dándole tintes de serie de beisbol a coronar al que gane tantos partidos.
Le sucedió a Real Madrid y Barcelona, rivales el miércoles en la Copa del Rey, de nuevo enfrentados este fin de semana en la liga española. Le va a suceder a Guadalajara y América, a encontrarse el 12 de marzo en Copa Mx y reencontrarse cuatro días más tarde en Liga Mx.
Quebradero de cabeza para los entrenadores, que ya quisieran disponer de la estructura natural del beisbol y mandar a un abridor, con su respectivo estilo y estrategia, para cada cotejo. Evidentemente, eso no es posible en el futbol, así que habrán de definir si se aferran a un mismo once para los dos compromisos o si reservan elementos de uno para el otro.
¿Qué repetir? ¿Cuánto sorprender a fin de no terminar siendo sorprendidos por tanta modificación? ¿Cómo encarar cada duelo e intentar aislarlo lo más posible del anterior? ¿Qué aprendizaje aplicar de inmediato y qué otro ignorar?
La estricta lógica, apegada a la ley de la estadística, diría que a más partidos, mayor es la posibilidad de que gane quien posee más futbol y/o dispone de un plantel superior. Sin embargo, si algo suele escapar del estadio en cuanto rueda la pelota, es la lógica. Un gol fallado al inicio del primer juego o una pifia de cualquier índole, pueden determinar el devenir de los siguientes 180 minutos, sin importar que se trate de dos torneos diferentes.
En 2011, el destino fue más allá y propició cuatro Madrid-Barça españoles en apenas 18 días: final de copa, semifinales de Champions, el de antemano programado en liga. El desgaste fue brutal, con cuentas pendientes en cada rincón de la cancha, con afanes de venganza respirándose, con más ganas de humillar que de ganar y con, me atrevo a decir, una redefinición mundial de lo que ese cásico suponía. Esta vez han sido apenas dos, pero con la sensación de que el Madrid preferiría ya ni jugar el segundo (poco que ganar, en esa liga casi utópica; todo que perder, si una nueva hecatombe emerge) y que el Barcelona ya lo que quisiera es enfocarse en la Champions League, con mentes y piernas menos ardorosas.
Son los tercos astros. Por muchos años, la afición se resigna a que no hay más de un clásico por semestre. De repente, despierta a la realidad de que tres días después volverá a compartir cancha con los colores más detestados.
Habrá quien lo disfrute –por principio obvio y en retrospectiva, quien gane– aunque para quienes los dirigen esto es una pesadilla.
Twitter/albertolati