Una triple frase que, de tan repetida sobre todo en España, tiende a deslavarse o perder sentido: en el caso optimista, tal jugador no está, pero se le espera; en el sorpresivo, tal jugador sí está, pero no se le esperaba; en el desastroso, tal jugador no está ni se le espera.
Resignación máxima, negatividad a lo que da, desolación profunda, hoy personificadas por Gareth Bale. El mismo crack que saltó a la cancha del Olímpico de Kiev como suplente y reclamó su lugar en la élite con uno de los goles más hermosos que se hayan visto en grandes finales de futbol, ha vuelto a vivir una temporada mediocre con el Real Madrid.
Tras tanta perorata de su agente, que si habrían de ponerlo en tal lado, que si habrían de pasarle más el balón, que si se merece esto o aquello (reclamando con verborragia, lo que su representado habría de ganarse con las piernas), finalmente le llegó su momento: vivir fuera de la sombra de Cristiano Ronaldo, a quien algún iluso llegó a pensar que podría sustituir –el iluso es, por supuesto, el presidente que le convirtió en el futbolista más caro hasta ese momento, Florentino Pérez.
Claro que si nos apegamos al palmarés, Bale tiene mayor defensa. Haber conquistado 4 Champions en 5 temporadas de merengue, en cuyas finales, además, suma tres goles y un penal anotado en la serie definitiva. Sin embargo, el futbol no consiste en matemáticas y su divorcio es profundo no sólo con el cuadro blanco, sino con una cultura que siempre le resultará ajena.
La excepcionalidad británica una vez más se confirma en las difíciles exportaciones de futbolistas de esas islas. La mayoría desinteresados del idioma y la tradición al sitio que les acoge, cuesta creer que tras tantos años en Madrid, Bale se mantenga aferrado a un lenguaje de señas o a comunicarse con los angloparlantes como Luka Modric.
En los años ochenta, Gary Lineker, y en los primeros dosmiles, David Beckham, rompieron con esa ley no escrita en el futbol de máximo nivel: que los británicos son mala idea en equipos de la Europa continental.
En tiempos más o menos recientes, Ashley Cole, Jermaine Pennant, Michael Owen, Joe Cole, Jonathan Woodgate, Micah Richards; yendo más atrás, Ian Rush, Paul Gascoinge, Paul Ince, guardaron para su tierra lo mejor o la totalidad de su repertorio.
Bale lleva años condenado a volver a la Premier League. Sólo la fe de Florentino le ha mantenido en el Bernabéu. Su listado de títulos es tremendo, aunque la versión más pesimista de la trillada frase española, le queda hoy mejor que nunca: Gareth ya no está, ni se le espera.
Twitter/albertolati