Hoy cumple 90 años el PRI, ahí está vivo pero enfermo. De una enfermedad que para todo partido es mortal y, al parecer incurable: la falta de militantes al interior, y la falta de simpatías populares al exterior. Para acabarla de amolar no tiene dinero ni para medicinas, menos para el hospital.
Hace pocos días una encuesta de Roy Campos mostraba un total desencanto hacia el PRI. El porcentaje rebasa el 85 por ciento de personas que afirman que votarían por cualquier partido, menos por el PRI.
La votación abierta del PRI para elegir a su Comité Ejecutivo Nacional le servirá como censo. Hubo una gran cantidad de priistas que ni siquiera se tomaron la molestia de renunciar, simplemente se quitaron la camiseta tricolor, algunos vistieron otra un poco más moradita.
El consejero estatal de Jalisco, Manuel Carranza Muro, renunció al PRI y con ello las organizaciones obreras que dirigía a lo largo de Guadalajara, Puerto Vallarta, y la Riviera Nayarit. Es decir, abandonaron ese partido a unas horas de su noventa aniversario. Con esas renuncias el tricolor prácticamente se queda con el cascarón de los inmuebles y el membrete en la entidad.
Desde dentro, donde empieza la podredumbre de la enfermedad, hay mucho que extirpar, pero eso todavía no lo entienden. Ahora que la sobrina de uno de los presidentes con menor aceptación en México dirige el partido, poco puede imaginarse como una renovación. La receta es la especialidad de la casa: pan con lo mismo.
Esa organización se refugiará en los pocos bastiones que le quedan, en estados y presidencias municipales que todavía gobierna, como si se tratara de madrigueras. Todo, menos la autocrítica. Todo menos culpar a los responsables de su propia derrota. Y esas son precisamente las condiciones que pone un pueblo ofendido para volver a voltear la mirada hacia ellos. Pero prefieren la impunidad a la popularidad. Quieren ser una disidencia inmadura, eterna y diluida.
El PRI comienza muy mal su intención de renovarse incluso podría hablarse de una refundación, pero con las noticias que ahora se difunden sobre el nombramiento de Enrique Peña Nieto como consejero político de su partido, en lugar de pensar en expulsar a uno de los principales responsables de la derrota electoral, lo insertan en la estructura de mando.
Ante situaciones como ésta no les debe extrañar a los priistas que acudan muy pocos a las urnas para elegir a sus dirigentes. Más de un priista emitió expresiones de burla ante la poca afluencia de votantes en las consultas de López Obrador respecto a sus proyectos. Ahora la burla por la poca capacidad de convocatoria se ubicará en otros segmentos de la población.
Otra de las críticas reiteradas de los priistas, en las que caen inevitablemente, fue la de cuestionar el perdón que López Obrador ofreció a los delincuentes desde la campaña. Es exactamente lo mismo que hace el PRI con Peña Nieto. Lo mismo.
Los dirigentes del PRI tienen poca memoria y creen que los mexicanos también. Lo mismo sucede con la inteligencia y la autocrítica.
Los priistas empezaron su salida masiva desde que fue designado como candidato, precisamente por su nuevo consejero político, el hombre que ahora gana más que el presidente. Un gris administrador que anunciaba la derrota desde su abanderamiento.
El PRI tardará en recuperarse, si es que sobrevive. En 18 años perdió 80 por ciento de su representatividad electoral en el país.
Si esto lo trasladamos a un diagnóstico de salud en cualquier ser humano, lo menos que puede pensarse es que está más para allá que para acá. Cualquier representante que coloquen al frente correrá la misma suerte que Peña Nieto cuando se supo que lo integrarían a la estructura del partido.
Con comentarios como que en lugar de estar en la cárcel le dan un puesto en el partido, calificarán al que los pocos militantes escojan como su líder.
Nadie está limpio de culpa.
Desde hace muchos años que la cúpula priista está muy alejada de la realidad, ya no digamos del pueblo; sin embargo, podría decirse que en este aniversario podría ser la última vez que los reflectores de los medios le dedican tantos espacios. Esto dependerá de la autocrítica que hasta el momento no ha surgido en nadie de quienes deciden el destino del partido, que cada día son menos.
La poca transparencia que pudo tener la competencia por la presidencia del PRI se ubica en el ex rector de la UNAM, José Narro Robles, quien, de no haber formado parte del gabinete más corrupto en la historia de México, podría tener ciertas posibilidades de respeto.
Hace días anunció que terminaba toda relación con la UNAM para así poder participar en el proceso de dirección interna de la cúpula del tricolor. Dijo, aunque parezca paradójico, que renunciaba a la UNAM, “para estar en completa libertad, para actuar y pensar”.
En lugar de que la presencia de Narro limpie al PRI, su llegada a ese partido ensucia a la UNAM.
El PRI, debiendo ver hacia adentro, sigue observando a sus contrincantes como si fuera una contienda de igual a igual, debe entender que ya no está en el poder, precisamente por esa falta de autocrítica que los llevó a su actual enfermedad terminal.
Por primera vez el PRI se muestra preocupado porque en lugar de festejar, prepara elecciones internas. No hay nada que festejar sólo la conmemoración de la derrota o la angustia de la inevitable agonía.
El tricolor no está bien ni con sus finanzas. Tantos funcionarios públicos que tomaron dinero arbitrariamente de sus gestiones no han sido capaces de regresarle algo a su partido para que adquiera un tanque de oxígeno.
El PRI solicitará un préstamo bancario por 250 millones de pesos, ante la insuficiencia de recursos para 2019, informó ante el Consejo Político Nacional de este partido, Enrique Burgos, presidente de la Comisión de Presupuesto del tricolor, para financiar su elección interna que seguramente será sorpresiva para más de un priista.
El hecho de que sea el INE quien coordine esa elección no es gratuito, ya que entre los consejeros electorales hay más de uno con sangre tricolor. Ante esta situación, el Instituto Nacional Electoral descontará 231.3 millones de pesos, casi el 28 por ciento, de las prerrogativas de ese partido que antes recibía ingresos millonarios por este mismo concepto. PEGA Y CORRE. –
Difícil saber las artes de convencimiento y la capacidad de negociación del actual gobierno que es capaz de mover lo que parecía inamovible. Ahora, logró que los inconformes que se habían plantado en las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, desalojaran el área, a pesar de que habían dicho que nunca se moverían de ahí… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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