En pocos días se cumplirán los primeros 100 días de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. En este breve periodo, mientras por un lado las encuestas le otorgan niveles de alrededor de 80% de aceptación, por otra parte se da un intenso debate de grupos que se resisten al cambio.
Lo que para algunos son un reflejo de polarización, para otros son síntomas de una sociedad más actuante y participativa. Signos de una democracia viva que es necesario preservar.
Lo que no es válido –y sí tiene tintes antidemocráticos- es que el disenso sea motivo de censura o sanción. Los tiempos en los que se perseguía y silenciaba a los opositores ya no son vigentes. El ahora Presidente, Andrés Manuel López Obrador, que vivió de manera directa las adversidades cuando fue oposición, en su llamado a la reconciliación señaló: “Nada de odios, nada de rencores; tenemos que unirnos todos para sacar adelante a nuestro querido México”.
El nuevo capítulo que se abre en la historia contemporánea del país, con un Gobierno de izquierda, debe ser una oportunidad para cambiar las formas y estilos de hacer política. Así lo entendemos quienes decidimos abandonar nuestra militancia de años, porque decidimos acompañar, apoyar y abonar con nuestras propuestas, un proyecto que en años anteriores compartíamos y con el que tenemos amplias coincidencias.
Las alternancias que ha tenido el país en este nuevo siglo no han dado a los mexicanos los satisfactores necesarios que las familias reclaman; ello ha llevado a que la decepción y el encono hacia la política y los políticos se asienten en el imaginario colectivo.
Seguir alimentando los resentimientos sociales sólo puede anunciar malos tiempos y sirven de caldo de cultivo para oportunistas y arribistas. Si bien las resistencias al cambio tienen raíces muy profundas, la idea de la transformación debe romper esas barreras.
La experiencia chilena con Michelle Bachelet como Presidenta es un buen ejemplo, cuando en su llamado a la reconciliación señaló que “hubo tiempos de discordia en que nos dividimos unos y otros. Nos miramos con recelo, suspicacia y soberbia. En estos años de democracia hemos trabajado juntos para limar asperezas de una sociedad que nos separaba entre ajenos de los nuestros. Es el momento de que todos nos sintamos de los nuestros”.
Los primeros 100 días del nuevo Gobierno deben servir para hacer un punto y aparte y reescribir nuestra historia contemporánea sobre nuevos y mejores fundamentos, por el bien de todos los mexicanos.