El primer gran rival de Zinedine Zidane en su regreso al Real Madrid, será el mismo que acechó a quienes con tan poco éxito intentaron llenar su vacío: el fantasma de su etapa anterior.
Versión 2.0, incluso a sabiendas de que es muy difícil, por no decir imposible, que sus siguientes tres años igualen a los primeros tres dirigidos por su versión inicial. Basta eso para entender la valentía del personaje: saber que al primer revés será discutido y criticado como si nunca nada hubiese ganado, saber que el punto de referencia no será otro que la segunda etapa más gloriosa en la historia del club más laureado de Europa. Sí, Zidane será medido por sus propias hazañas.
Desde la sala de trofeos del club, tres Champions League llevan su nombre como DT, más otra como asistente técnico y una más como crack con un golazo para apropiarse el título. Nada mal para quien llegó a la institución merengue en 2001 con la etiqueta de salado (gafe, en terminología ibérica) por haber perdido sus dos finales de Champions con la Juventus.
De esas dudas tan absurdas como esotéricas, Zizou pasó al opuesto: a que sus conquistas se pretendieran explicar desde la suerte, como si con eso alcanzara. La flor de Zidane, se insistía, intentando quitarle o bajarle mérito. Su equipo rompería registros de cotejos consecutivos anotando y jugaría espléndidamente ya con suplentes o titulares; no conforme con eso, sería el primero en la era Champions en repetir corona, para después superarse y elevar la marca a tres copas continentales al hilo. Como sea, unos atribuirían todo a la contundencia de Cristiano Ronaldo, como si en eso nada tuviera que ver el líder que mayor provecho ha sacado al titán portugués, y otros a la mera superstición, que si eso bastara más valdría contratar a un astrólogo o tahúr.
En su estilo a la vez parco y encantador, en su risa contagiosa y sincera, en su semblante cargado de convicción y gozo, en su afán de restarse importancia, en su serenidad, en esas palabras francesamente cargadas de acento en la última sílaba, el Madrid ha recordado de súbito lo feliz que fue hace no demasiado tiempo.
¿Qué es diferente hoy respecto a nueve meses atrás cuando, desde el más blanco cielo, decidió no continuar? Difícil creer que nada más el descanso y, mucho menos, que el sueldo. Visto lo indispensable que le resulta ese genio francés, Florentino Pérez habrá cedido lo que más costoso le resulta y lo último que está dispuesto a negociar: el poder.
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