Hay batallas que no tienen color político y que los Gobiernos -cual sea su origen- deberían asumirlas como eje central de sus políticas públicas. La lucha contra la obesidad ha sido, en México, un fracaso. Lo que hoy se considera como una pandemia, no aparece en la lista de los enemigos de la cuarta transformación.

Nos encontramos ante una situación alarmante. Somos la primera nación con mayor índice de obesidad infantil y segundo en términos de edad adulta, tan sólo por debajo de Estados Unidos. De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el vecino del Norte cuenta con 38.2% de su población sumergida en este problema, mientras que en nuestro país la cifra se ubica en 32.4%. Dicho índice podría llegar a un inaceptable 39% en 2030.

La obesidad es, en el mundo, la segunda causa de muerte después del tabaquismo. En México, dicha enfermedad es provocada por diversos factores. Uno de ellos es el alto nivel de consumo de refrescos. Ocupamos el deshonroso primer lugar en la ingesta de este tipo de bebidas, con un promedio anual de 163 litros por cada mexicano. Si analizamos los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 7.5% de los ingresos de las familias en situación de pobreza se destinan a la compra de gaseosas.

La alarmante situación del país con respecto a la creciente obesidad de la población no parece estar dentro de las prioridades del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. No lo es ni en el discurso ni en las acciones. No lo es, porque difícilmente podría personificar a un enemigo al cual combatir y, de esta forma, obtener crédito político.

Sin embargo, una cifra debería de llamar la atención del Presidente de la República. En México, la obesidad y las complicaciones que de ella se derivan representan un costo de siete mil 800 millones de dólares, el doble de las pérdidas causadas por el llamado huachicoleo, cuyo monto, según el Gobierno, asciende a más de tres mil 300 millones de dólares al año.

México es un país sobrediagnosticado en el problema del sobrepeso. Son más que conocidos los orígenes y efectos de esta enfermedad. Han sido la falta de autoridad y los intereses privados por encima del bien común las causas de esta preocupante realidad. Hasta el momento nada se ha hecho, ni un solo anuncio para combatir este fenómeno. Bien podría comenzarse por la prohibición de la venta de comida chatarra en las escuelas. El combate a la obesidad sería, ésa sí, una verdadera política pública para los segundos cien días de Gobierno.

Segundo tercio. El autor de esta columna sabe del tema que nos ocupa. Lo ha vivido en carne propia y comienza a contribuir en la reducción de los índices nacionales de sobrepeso.

Tercer tercio. Es uno de los diplomáticos mexicanos con mayor prestigio a nivel internacional. Tiene amplia experiencia en el mundo multilateral. Ha sido un gran representante de nuestro país ante otras naciones. Juan José Gómez Camacho fue ratificado ayer por el Senado como nuevo embajador en Canadá.