El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere inspirar a otras naciones. Es un sueño que suelen tener todos los Presidentes. Quieren ser amados dentro y fuera de su país.
El sexenio pasado, el presidente Enrique Peña Nieto recurría frecuentemente a medios de comunicación extranjeros para venderse como artífice de un cambio bueno y radical para el país.
Se volvió inolvidable aquella inserción del mexican moment para venderle al mundo al Presidente renovador, el de los cambios estructurales. El momento mexicano duró hasta que los aparatos de propaganda de sus opositores encontraron el camino a la Casa Blanca.
Peña hizo ese ejercicio de la autopromoción desde los más influyentes medios internacionales. El presidente López lo hace desde la plaza pública. O la ya no tan pública comodidad del Palacio Nacional, siempre con alcance global gracias a los medios de comunicación y a las benditas redes sociales.
Al final, el objetivo es el mismo: trascender.
La ruptura con el neoliberalismo era ese ejercicio indispensable para el régimen actual, para seguir haciendo lo mismo que los Gobiernos anteriores, pero con una bandera diferente.
Las tablas con 11 lineamientos presentadas por el presidente López Obrador no tienen la apariencia de un acto fundador. Se parece mucho la ceremonia de defunción del neoliberalismo a tantas otras manifestaciones propagandísticas del actual Gobierno.
Como sea, era indispensable marcar esas líneas generales al pueblo bueno antes de refrendar, unas cuantas horas después, que los contratos con privados en el sector energético gozan de cabal salud.
Esa línea divisoria tan marcada unas horas antes del aniversario de la expropiación petrolera era indispensable para dejar en claro que si se respeta la participación de capitales privados en el sector energético, no es porque sean neoliberales, sino porque ellos sí tienen la calidad moral y el resto de los 11 puntos del manifiesto para trabajar con la iniciativa privada.
Y de paso engrosan el escudo para señalar que todas las críticas que de aquí en adelante se darán por la necedad de sí construir la refinería de Dos Bocas, Tabasco, vienen de ese mundo corrupto del neoliberalismo y sus analistas de mala fe.
El proyecto de esa refinería no es adecuado por donde se le vea, pero es fatal cuando lo que está en juego es la estabilidad misma de Petróleos Mexicanos.
El Presidente del mexican moment acabó con la salud financiera de Pemex. No hay duda que una de las grandes facturas que habría que cobrar a Enrique Peña Nieto y su gobierno fue haber dejado en la inanición a la petrolera mexicana, a la espera de que las empresas privadas tomaran rápidamente su lugar. Eso nunca sucedió.
Pero es tan imperdonable como que ahora se busque la trascendencia mundial, se quiera inspirar a otras naciones, cometiendo el error garrafal de aferrarse a un proyecto que ninguno de los que saben del tema avala.
Y si la terca realidad se impone y ese proyecto resulta más caro, más tardado y da la puntilla a la estabilidad de la moribunda Petróleos Mexicanos, la culpa será, siempre, del neoliberalismo.