“Hay que predicar con el ejemplo. Todo lo que sea una falta de respeto es intolerable”, mensaje tan atípico hoy como para confirmar que lo que primero ha muerto es el sentido común.

Con esa frase, Gerard Piqué no ha dicho nada del otro mundo, apenas un alarde de sensatez y coherencia: difícil exigir respeto cuando no se otorga, más difícil todavía censurar insultos cuando se profieren.

En tiempos en los que todo es válido mientras beneficie a la postura propia y todo está mal hasta que lo haga uno, no parece común lo que Piqué ha hecho durante el partido amistoso entre la selección no oficial de Cataluña y el equipo nacional de Venezuela: pedir que cesaran los insultos de las gradas a España.

Se sobreentiende que cada que el combinado catalán tiene un compromiso, la politización es tan inevitable como la proliferación de independentistas. En todo caso, y más allá de lo que cada cual considere, luce como enorme avance el demandar a los que parecen propios lo que se reclamaría a quienes en principio no lo son.

Desde que España vivió su transición a la democracia, han surgido las denominadas selecciones autonómicas, conscientes (algunas con pesar, otras con naturalidad) de que su actividad nunca será competitiva. Piqué no solía acudir al llamado de Cataluña porque, hasta el Mundial 2018, estuvo comprometido con España. Participaciones sometidas a permanente lupa, máxime luego de haber apoyado el referéndum por la independencia catalana, tachado como anticonstitucional por el Estado español. Pitos, insultos, acusaciones de hipocresía por vestir ese uniforme.

Sobre ese tema hablé con él en alguna entrevista, donde negaba que existiera contradicción de su parte: “mientras sea la única selección oficial a la que pueda ir, es mi decisión si voy”.

Blanco de descalificaciones, sobre todo cuando vestía el uniforme español, muchos consideraron que no se le atacaba por catalanista, sino por barcelonista y antimadridista. Hoy ha pasado de lleno a otra etapa: cuando la norma (en España, como en México, como en cualquier sitio) es vituperar todo lo que tiene pinta de ajeno, ha exigido respeto a una causa con la que no se le suele asociar.

“Hay que predicar con el ejemplo. Todo lo que sea una falta de respeto es intolerable”. Tan elemental como eso. Por ello parece tan extraño que suene así de sorprendente. Qué difícil es exigir respeto cuando por rutina se le descarta, cuando se le quiere en los oídos mas no en a boca.

Twitter/albertolati

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