Haber usado los precios de las gasolinas para hacer campaña tuvo muy buenos dividendos electorales sin lugar a dudas, porque a Enrique Peña Nieto se le conoció como el Presidente del gasolinazo.
Pero tiene un karma indudable, porque estos precios no están sujetos a la voluntad presidencial. Ni siquiera a la voluntad del poderoso presidente Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, el Gobierno federal sacrifica ingresos fiscales muy importantes para quedar bien con unos cuantos.
El Gobierno sacrifica ingresos por 1.50 pesos por litro de gasolina Magna del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), que hoy necesitan desesperadamente para mantener sus planes de gasto en programas asistenciales. Y para el consumidor esto apenas implica una baja de 20 centavitos.
No cabe duda que el impuesto más exitoso del arranque del sexenio es el IEPS. Por ejemplo, durante febrero pasado la recaudación del Impuesto al Valor Agregado disminuyó 2.9%, el Impuesto Sobre la Renta repuntó 5.4% y el IEPS aumentó su recaudación en 18.5%.
El IEPS podrá recaudar menos que los otros gravámenes, pero es un auténtico salvavidas. Sobre todo cuando hay evidencias de una desaceleración económica.
Pero las gasolinas se han elevado al nivel de un derecho divino para los mexicanos. Son consumidas directamente por un grupo muy pequeño de la población y su impacto en los costos de distribución es marginal, pero se ha alimentado la creencia de que merecemos gasolinas baratas y en abundancia.
Y López Obrador es un convencido de su utilidad política. Tanto que mantiene la idea de construir una refinería en su tierra natal. Porque cree que estará en tres años, porque cree que costará menos de ocho mil millones de dólares y porque cree que producirá gasolinas baratas.
Subsidiar gasolinas y procurar su consumo a través de buscar aumentar su producción va en contra del proyecto de las izquierdas modernas que promueven exactamente lo contrario. Pero seguro a estas alturas ya está superada la discusión sobre si el mexicano es un Gobierno de izquierda o es uno altamente conservador.
El punto es que el IEPS es un impuesto que se aplica a lo que tiene algún efecto negativo, pero que por supuesto no son artículos prohibidos. Seguro que, si algún día se legaliza la mariguana para uso recreativo, va a pagar el IEPS.
Algunos de los productos que pagan este gravamen son las bebidas alcohólicas, los tabacos, los refrescos y las gasolinas.
Sería muy sencillo para alguien como López Obrador, que se comunica tan bien con su base y que goza de la más alta credibilidad, explicar que es mejor que las gasolinas tengan precio completo y que los recursos obtenidos sirvan para el gasto social.
Podría explicar que los autos están mayoritariamente en manos de los fifís y que el dinero que les cobran en impuestos es para los viejitos. Algo así.
Las gasolinas no se deben subsidiar. Son subvenciones regresivas que además se aplican a productos que propician la contaminación y las contingencias ambientales que después esos mismos Gobiernos no saben cómo esconder.