Hace una semana, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la capital nacional visibilizó el fraude “del sobre amarillo” básicamente consistente en la invención, por parte de organismos delincuenciales, de una situación de emergencia que se comunica telefónicamente a una trabajadora del hogar y mediante el engaño y la ofuscación, cuando llega a su propósito, la convierte en una cómplice involuntaria de un delito.
En tres días la información mediatizada en los medios convencionales, más que en las redes sociales, demostró que en al menos la mitad de las entidades del país esta forma de fraude ha estado operando desde hace al menos un año.
Los daños a un solo hogar pueden ir de un rango tan amplio como tres mil pesos a 100 mil dólares, involucra a empleadas y empleadoras, atraviesa prácticamente todos los estratos sociales y nos indica que la sofisticación delincuencial para obtener información hace mucho tiempo que dejó de ser solamente las redes sociales o el chequeo telefónico directo sobre la ausencia del jefe de la casa o el comercio que será presa de estas bandas “del sobre amarillo”.
Hace evidente que existe investigación presencial directa para la comisión de esta modalidad de fraude de manera tal que, sin excluir la participación de llamadas telefónicas desde algunos reclusorios, permite afirmar que en un buen número de casos ocurre en operaciones independientes de esos centros que habrían de promover la reinserción social si no fuese de tal complejidad y magnitud el fenómeno delictivo.
La violación del artículo 230 del Código Penal local, donde se describe el delito de fraude, es una norma respecto de la cual, como en muchos otros casos, la delincuencia tiene una gigantesca capacidad de adaptación y de creatividad que en esta modalidad explota la lealtad, la ingenuidad, la falta de comunicación y solamente en muy contados casos, apuesto yo, la complicidad de las trabajadoras del hogar.
“Fraude del sobre amarillo” es básicamente un instrumento verbalizado de visibilización de una de las tantas modalidades de fraude en que se concentran decenas de pequeños y medianos organismos delincuenciales. Nombrar los delitos, segmentar qué población está en situación de vulnerabilidad ante ellos y especificar con claridad las señales para identificarlo son claves en la construcción de una cultura cívica y de prevención que será efectiva si a ella se le añade una capacidad punitiva legal y legítima.
No se puede prevenir sin información, por eso visibilizar los delitos y nuevos modus operandi de una forma sencilla es clave. Promover la denuncia es el otro eslabón indispensable para entender y enfrentar la inseguridad.
@guerrerochipres