Números difíciles de ser dimensionados: en unas semanas Lionel Messi celebrará su décimo torneo de liga con el FC Barcelona.
Por colocar paralelos, cinco portentos que portaron esa casaca en tiempos anteriores al rosarino, no totalizaron ni nueve ligas combinando sus 36 temporadas: Josep Samitier apenas una en catorce campañas, Ladislao Kubala cuatro en sus diez, Johan Cruyff sólo una en cinco, Diego Maradona ninguna en dos y Ronaldinho dos en cinco.
Por supuesto, no es sólo Messi, sino todos los grandes futbolistas con los que ha coincidido, muchos de ellos ya retirados o emigrados. Sin embargo, esta corona se atribuirá como nunca al impacto personal que el diez tiene en el errático juego blaugrana, en la definición de partidos sosos, en la mágica solución a cuanto luce perdido o inganable.
De distintas maneras y con diferentes profundidades, los cinco cracks arriba mencionados cambiaron al Barça. Dicho lo cual, no resulta aventurado afirmar que el legado de Messi se equiparará al de un Kubala que propició la construcción del Camp Nou por el afán masivo de verle jugar o incluso a la revolución de Cruyff convertida en el DNA de la institución.
Podríamos hablar de que Ryan Giggs levantó trece Ligas Premier con el United, de que Paco Gento contribuyó a doce del Real Madrid, Gianluigi Buffon a nueve de la Juventus y varios integrantes del Bayern Múnich están empatados con ocho coronas en la Bundesliga. Sucede que lo de Messi va más allá de todo o de casi todo.
¿Por cuánto tiempo más? La historia del deporte deja claro que las estrellas se apagan sin anuncio, de la manera más intempestiva e incomprensible. No obstante, viendo al Messi actual cuesta trabajo pensar que se retire con menos de 750 u 800 goles para el Barça: arte y belleza al margen, una brutalidad.
Cuando deje de estar, será tan traumático como para el Santos post-Pelé, el Nápoles post-Maradona o, por no evadir la vida paralela ahora que luce tan evidente, el Madrid post-Cristiano.
Quizá para entonces, los merengues hayan visto todavía más recudida su ventaja como reyes históricos de España. Se consolarán exhibiendo su inigualable y deslumbrante músculo europeo, mas no podrán negar que en el certamen que premia a la regularidad, olvidaron la forma de oponerse al Barcelona. Y eso se ha debido, en una descomunal medida, a lo que durante 38 jornadas aporta Messi. Pocas veces mejor dicho, un jugador-franquicia.
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