Si el común de los equipos desciende por su falta de futbol, los grandes que pierden la categoría suelen hacerlo por negación.
En ese pretender tapar el sol con un dedo, en ese autopersuadirse de que la realidad es como desean verla, en esa ceguera voluntaria, en ese considerar que basta con la camiseta o la sala de trofeos, suele estar agazapada la trampa que termina por bajarlos de primera. De eso pueden hablar clubes como Milán, Atlético de Madrid, River Plate, Manchester United, Borussia Dortmund, Corinthians. Todos ellos hermanados no sólo por haber descendido pese a su profunda tradición, sino por haber estado convencidos de que a ellos no les podía suceder.
Si resulta alarmante que clubes con mayores presupuestos, niveles de apoyo e infraestructuras desciendan tras consumar un año nefasto (como acontece en el marco competitivo europeo), descender en México raya en el absurdo. No olvidemos que se requieren tres años de terror en los que la soberbia sólo ha de ser tan grande como la incapacidad de reacción; seis torneos cortos espeluznantes como para dejar clarísimo que el tropezón a segunda no se sufrió sino que se mereció.
Asomándose a ese abismo vuelve a estar el Guadalajara, apenas cuatro años después de verse rescatado por aquellos goles de Erick “Cubo” Torres en Puebla. La derrota a manos de Lobos BUAP pone al Rebaño sólo un punto por encima del último clasificado, el Querétaro.
Por supuesto, en este sistema de competencia hecho a medida de la mediocridad que cada cual decida ejercer, existirá la opción de pagar una multa para aferrarse a primera, aunque dudo que a alguien en la feligresía chiva eso le consuele.
La realidad es que el equipo está de nuevo en el fondo de la tabla de cocientes (insisto: eso significa ser el peor no de unos meses, sino de tres años) por cuanto ha hecho mal. Vista esa clasificación, todo argumento queda deslavado, como impresentable excusa. Por lo que genera económicamente, por los derechos televisivos tan superiores que cobra, por las perspectivas de mercadotecnia de esa marca, por el apoyo del que en toda cancha goza, el Chiverío parte con amplia ventaja respecto a los humildes de nuestro futbol –y no saquen por favor aquello de que es muy difícil jugar con puros mexicanos: una cosa es que cueste competir con los más ricos por los títulos y otra que ya tampoco sea posible medirse a los más modestos por la permanencia.
Toca sufrir al Guadalajara. Nadie podrá decir que es por casualidad.
Twitter/albertolati