Aterrado por la posibilidad de descender, el Guadalajara ha reaccionado como si el riesgo fuera en lo que resta de este torneo (cuatro partidos) y no todavía en un año.
Nombrar director técnico a Tomás Boy y dejar lo de Alberto Coyote en interinato de una escasa jornada (pese a la presentación con tanta pompa y a su carácter de leyenda rojiblanca), desenmascara a una institución a la deriva, más guiada por impulsos que por proyectos, frágil vela sometida al primer viento que sopla sin importar su orientación.
Por supuesto, la crisis del Rebaño se ha agudizado y estar sólo un punto por encima del último clasificado en temas de descenso, no es tema menor. Sin embargo, la necesidad de sacar resultados en el tramo final de la temporada ha hecho que la directiva actúe en el mejor de los casos con dudas y en el peor con irresponsabilidad.
El banquillo de Chivas no puede ser sometido a ese trato. A la era Almeyda, tan victoriosa como estable, ha seguido algo parecido a los peores momentos de Jorge Vergara como presidente. Terapia de choque, vísceras, indefinición, dedazos, laboratorio basado en prueba-error, cuchillos largos, que hace unos años desembocaron en asomarse al descenso.
Quienes ante la ausencia del propietario hoy deciden en el Rebaño, han comenzado por imitar al peor de los Vergaras y no al que, mucho más sereno y analítico, aprendió de sus errores.
¿Hubo prisa por generar un encabezado gordo ante la posibilidad de que el mismo día, el acérrimo rival ganara su primer trofeo del año y segundo en cuatro meses? Quiero pensar que hoy el Guadalajara está más ocupado en forjar un proyecto que en disputar portadas al América. En el fondo, esta publicidad es de la mala, retrato de un equipo en decadencia que ya ni se molesta en poner cara de que entiende o sabe lo que hace.
Nada en contra de un histórico del futbol mexicano, como Tomás Boy. Ni siquiera por lo que no muchas semanas atrás aseveró, calificando a Chivas como equipo perdedor, o por el rato que acumula sin dirigir. El tema es con la vulgarización de ese liderazgo, el retornar al quitapón tan simplista, el convertir la improvisación en norma.
Si restaran cuatro jornadas para dirimirse el descenso y el Guadalajara requiriera cierta cantidad de puntos para salvarse, sería entendible. Tratándose todavía de dos torneos cortos y un año completo, esto no tiene sentido.
Arrastrar un uniforme con pose de que se está elevando, quizá por que quien lo arrastra piensa que así se sube a lo alto de un asta.
Twitter/albertolati