Como se trata de una decisión política y no de un planteamiento serio de negocios, bien pueden empezar por elegir el nombre de las estaciones de servicio que quiere montar el presidente Andrés Manuel López Obrador. Pueden ser las Pejelineras o, bien, Combus-4T o Me Canso Ganso Oil Co.
Ya después que se preocupen de las pequeñeces, como los montos de inversión, los costos de operación, los permisos municipales y hasta del modelo de negocio que deberían seguir para hacerlas viables.
Quizá eso no importe mucho, porque como se trataría de una decisión presidencial, no hay obstáculo presupuestal o legal que se pudiera interponer, por más absurdo que sea. Es como el aeropuerto en Santa Lucía o la refinería en Tabasco. No importa ni la viabilidad ni el costo. Lo que cuenta es que lo quiera el señor Presidente. ¡Hágase!
No merece la pena ahondar en el tema de cuánto costaría instalar miles de estaciones de servicio que subsidien las gasolinas para dar la impresión de que se cumple con la promesa incumplida de no más gasolinazos. No parece que pase de una ocurrencia mañanera.
No deja de tener sus riesgos que cada espontaneidad presidencial implique costos millonarios que lo lleven, de paso, a descalificar a sus funcionarios de la Secretaría de Hacienda, cuando se están tronando los dedos para ver de dónde sacan dinero.
Pero hay algo positivo en este reciente lance presidencial como empresario gasolinero. Y es que al menos respeta las reglas del juego.
Claro que es terrible que conserve esa visión de que el Estado debe intervenir en el mercado. Sabemos que la experiencia del Gobierno-empresario nos ha dejado terribles facturas como país.
Hay el peligro que tras abrir sus peje-gasolineras quiera después incursionar en el negocio de las tortillas o de los bolillos.
Pero hay que valorar que al menos su solución está dentro de los terrenos de la economía de mercado. Dentro del marco de la reforma energética.
Pudo haber mantenido la idea que dibujó antes de tomar el poder de tener precios controlados de venta de los combustibles. Eso habría sido un golpe duro a la ley vigente y, por lo tanto, a los mercados.
Ahora, es un hecho que no hay un mercado abierto, entre otras cosas, porque las autoridades han frenado la competencia. Las gasolineras están muy dispersas y es difícil para el consumidor comparar precios cuando tiene una única opción cercana.
No es original la idea presidencial de publicar un comparativo de precios, tanto como no es original hacer un refrito del Seguro Popular, pero su lista de precios o la que publican diversas aplicaciones para teléfonos inteligentes tienen la desventaja de la distancia entre los competidores.
Me Canso Ganso Oil Co. no alcanzaría a cubrir esos huecos de competencia, por más que doblegara a la autoridad local para conseguir los permisos.
Debería mejor dotar de más dientes a la autoridad de competencia para que gasolineros y gaseros no se pasen de listos, antes que pensar que la 4T debe montarse en un overol y jugar a ser empresario con dinero público.