Foto: Notimex Escoltados por patrullas de las policías Federal y Estatal, así como por Protección Civil, los migrantes, sin un líder aparente, siguen las indicaciones de las autoridades  

METAPA. Manteniendo con esfuerzo el ritmo de la marcha que permiten los 33 grados que asfixian al municipio de Metapa, aproximadamente mil migrantes, en su mayorías hondureños, continúan su marcha rumbo a Tapachula, en donde esperan encontrar descanso y apoyo para continuar su viaje rumbo a Estados Unidos.

En la carretera ramal a Ciudad Hidalgo, las instantáneas que retratan a pequeños con las mejillas coloreadas de rojo carmín, junto a sus madres agotadas por llevarlos en brazos, son una constante que se repite a lo largo de la caravana de hombres, mujeres y niños que, lo único que saben con certeza, es que están cansados de sobrevivir.

En este rinconcito de Chiapas, el calor no da tregua ni un segundo, pero aunque sea lento y con calma, ellos no detendrán su paso.

Escoltados por patrullas de las policías Federal y Estatal, así como por Protección Civil, los migrantes, sin un líder aparente, siguen las indicaciones de las autoridades para mantener el orden en su trayecto rumbo a Tapahula.

En entrevista con Notimex, elementos de la Policía Federal mencionaron que los extranjeros están rechazando la ayuda que Protección Civil les está ofreciendo principalmente a las mujeres que han sufrido desmayos por deshidratación, pues afirman que tienen miedo a ser deportados.

Asimismo, comentaron que a diferencia de caravanas anteriores que ingresaron al país entre octubre del 2018 y enero del 2019, en esta ocasión cada vez se ve menos apoyo humanitario de la gente local hacia estas personas.

No obstante, los migrantes agradecieron la hospitalidad de las autoridades mexicanas por permitirles el paso por el puente fronterizo de Ciudad Hidalgo, pues aseguran “ya era insostenible” sobrevivir en sus países, ya sea por la violencia o la falta de empleo.

“Allá nos dejaron pasar (en la frontera) nos dieron el paso libre y pues queremos llegar a Estados Unidos, es la meta, porque esto es un gran sacrificio”, señaló el migrante originario de San Pedro Sula, Honduras, Olvin Ochoa.

Albañil de oficio, el joven de 29 años señaló que en su pueblo dejó a su esposa y cuatro hijos a quienes espera pronto poderles enviarles dinero para que paguen la renta de la casa en donde viven.

Detalló que en su trabajo le pagaban 150 lempiras diarias (alrededor de 115 pesos mexicanos al tipo de cambio de hoy) que no le alcanzaban para llevar una vida digna en al capital hondureña.

El termómetro continúa subiendo y los migrantes no detienen la marcha a pesar del notorio cansancio que ya se nota en sus rostros, después de casi ocho horas de haber ingresado a Mexico.

JMSJ