Poco mas de cuatro meses han pasado desde que Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia de la República. En tan poco tiempo, algo se ha descompuesto en la relación gobierno-medios. El análisis de esta realidad, que a diario tiene episodios nuevos, comienza con la definición del propio mandatario acerca de la prensa.
Para entender el pensamiento lopezobradorista, habría que hacer una disección de sus afirmaciones hechas el pasado lunes.
“Los políticos tradicionales o corruptos se tenían que subordinar o cuadrarse ante los medios, porque una campaña, en un periódico, en contra de un político, o en la televisión, no la resistía. No existían las redes sociales”. López Obrador parte de la idea que todo político del pasado fue corrupto y que los medios podían, a través de una campaña, desestabilizarlo. Bajo el nuevo régimen, las cosas habrían cambiado. La respuesta a las incomodidades que, por su propia naturaleza, generan los medios, será inmediata y vendrá a través de sus seguidores en redes sociales, que han mostrado habilidades suficientes para manipular información y generar percepción. Lo que quizá no recuerde es que se trata de las mismas herramientas que su esposa, Beatriz Gutiérrez, y la ex panista Tatiana Clouthier han denunciado como instrumentos utilizados por quienes las atacan.
“Ustedes no solo son buenos periodistas, son prudentes, porque aquí los están viendo. Porque si ustedes se pasan, pues ya saben lo que sucede ¿no? No soy yo, es la gente, no es conmigo, es con los ciudadanos”. La amenaza es clara. Todo periodista que incomode a los poderes será llevado a la hoguera de una ciudadanía que, a decir del Presidente, es cada vez más consciente. En resumidas cuentas, quien se quiera pasar de listo, será sometido al radicalismo de sus fieles seguidores. El mejor ejemplo es lo acontecido con el periodista Jorge Ramos. Pasó de ser aliado por su postura crítica ante la administración pasada a siervo de la llamada mafia del poder por haber increpado a López Obrador en su conferencia mañanera.
“Dicen: es que el Presidente no debe de desacreditar a los medios. ¡Ah!, ¿los medios sí pueden desacreditar al Presidente? Y el Presidente no se debe de defender, se tiene que quedar callado. Eso sí no, voy a hacer mi derecho de réplica”. El Jefe de Estado dejó de ser, al menos en las formas, el árbitro que tanto necesita el país. López Obrador se ha convertido en un actor más, que confronta y divide. Su visión se ha tornado simplista: aliado cuando se es prudente, enemigo cuando se cuestiona.
Sorprendente transformación la de este político de larga trayectoria, que tantas batallas tuvo que librar para alcanzar el objetivo del poder. Los medios de comunicación han sido una de las primeras víctimas de su llegada a la presidencia: cuestionamientos sobre su función, repliegue de sus posiciones editoriales, reducción de pautas publicitarias y despidos masivos.
Lo que el Presidente quiso decir el lunes pasado es que nuevos tiempos se avecinan para el ejercicio periodístico y la relación medios-gobierno. Una era en la que la confrontación será el ingrediente principal de esta nueva realidad.
Segundo tercio. Todos morimos un poco cuando, impotentes, observamos cómo las llamas consumían siglos de historia en la catedral de Notre Dame. Siempre grande, Francia habrá de salir adelante de este transe. Lo ha hecho en muchos otros momentos.
Tercer tercio. 11 de febrero de 1931. María Antonieta Rivas Mercado, promotora cultural y seguidora de la causa de José Vasconcelos, se quita la vida dentro de Notre Dame. El único suicidio registrado en esa catedral.
LEG