Han quedado lejos los días en que un evento deportivo era exclusivo para quienes acudían a las gradas verlo y, por ende, debía celebrarse en el instante de mayor comodidad para sus asistentes.
De esas épocas nos quedan tradiciones cono el futbol inglés en sábado por la tarde: establecido justo cuando los sindicatos británicos consiguieron que el sábado sólo se exigiera media jornada laboral, haciéndose necesario que los trabajadores contaran con una actividad de esparcimiento para esas nuevas horas libres (respecto al domingo no había problema, dada la añeja tradición de ir a la iglesia).
Cuando México recibió la Copa del Mundo de 1986, Diego Armando Maradona se quejó amargamente por tener que añadir a la altura y contaminación de la capital, el plomizo sol de mediodía. En nuestra liga era por demás habitual que se actuara a esa hora y en esa cancha de los Pumas, por no decir en la del Toluca, pese a su mayor altura acostumbrada a la patada inicial a las 11 de la mañana –tan atípico horario surgió tras un convenio del técnico escarlata, Nacho Trelles, con el sacerdote local; él adelantaría una hora el futbol y el religioso retrasaría una hora la misa, para que la gente pudiera cumplir con sus dos deberes a cada domingo.
Pero hablábamos de México 86 y la ira de Maradona, compartida por el común de los futbolistas europeos, donde el futbol ya se había consolidado como espectáculo vespertino o nocturno. Es muy distinta la rutina para jugar a las ocho que al mediodía: las horas previas, el sueño, las comidas, el momento de reunión, la charla con el entrenador, si se duerme en el hotel o en la casa.
Traigo ese tema ahora que se han oficializado los horarios de las finales para los Olímpicos de Tokio 2020. Muchas de ellas serán muy temprano, como en Beijing 2008, para alcanzar la noche americana.
Eso nos beneficia directamente a los latinoamericanos, que por ser vecinos del país con la cadena televisiva que con abismal diferencia pone más dinero en los Juegos (NBC) y por la relevancia de la audiencia estadounidense para los patrocinadores, podremos ver numerosas pruebas estelares por la noche. Si una final se disputara antes de la 1 pm de la capital japonesa, en México la tendremos con la mayor comodidad. No así, los europeos occidentales, a los que la lucha por las medallas en 100 metros sorprenderá por ahí de las cinco de la madrugada.
Al mismo tiempo, los maratonistas y marchistas habrán de iniciar a las seis de la mañana tiempo local, en un afán de liberarlos de la severa humedad tokiota, aunque también de que el cierre de sus competencias disponga del mayor auditorio posible de este lado del mundo.
Guste o no, al menos a los mexicanos nos conviene… a cambio de otras finales que sí nos sorprenderán a media noche.
Twitter/albertolati