Cada ladrillo de Kiev tiene un luto que llorar. Sean los vestigios del Golodomor, esa hambruna propiciada por el stalinismo que quitó la vida a más de un millón de ucranianos. Sea la inmensa estatua de la Madre Patria, esa que grita ante la tragedia ucraniana de la Segunda Guerra Mundial. Sea en la fosa de Babi Yar, en donde dos días de 1941 bastaron para que 33,700 judíos fueran exterminados por el nazismo.

Dolores que tienen como principal razón la geografía, según me explicaba el hoy alcalde y alguna vez campeón de los pesos pesados, Vitali Klitschko: “Ucrania conecta norte y sur de Europa, este y oeste de Europa, por eso es tan importante su ubicación y por eso siempre en nuestra historia se han dado guerras, por eso las guerras mundiales han sido en territorio ucraniano. Y por eso nos quieren devolver a una época imperial como lo era la Unión Soviética. Rusia tiene una idea: reconstruir el imperio ruso y sin Ucrania será imposible hacerlo”.

El propio edificio de la alcaldía, donde me encontré con Klitschko, sirve como ejemplo de lo que detalla el ex boxeador. Construcción que en varias esquinas remite a cualquier ciudad europea occidental y en tantas otras a las grises instalaciones que albergaban a la burocracia comunista. O él mismo, de padre ucraniano y madre rusa, perfectamente bilingüe, hijo de esas dos naciones, sin duda beneficiado del sistema deportivo soviético, aunque después integrado al alemán.

Klitschko adquirió notoriedad política al emerger durante las protestas del Euro Maidan, los clamores ucranianos contra la injerencia rusa y con voluntad de acercamiento a la Unión Europea. Desde entonces ha sucedido tanto que ya la península de Crimea y las regiones de Donbass y Luhansk, en el oriente ucraniano, pertenecen (o funcionan como si pertenecieran) a Rusia. De ahí también que las elecciones generales que tuvieron su segunda vuelta este fin de semana, exhibieran una gran diferencia en relación con todas las anteriores desde la disolución de la URSS y el nacimiento de la Ucrania independiente: que esta vez no hubo un candidato pro-ruso y otro pro-europeo.

La ya dilatada guerra en el oriente de Ucrania, cada vez con menos eco internacional, más la sensación de humillación por ver cómo un vecino pudo despojarles de cuantos kilómetros quiso, ha hecho que Ucrania pierda la fe.

Acaso así podemos explicarnos que un comediante que hacía una parodia del presidente, sea elegido presidente.

Esta vez la disputa no era por acercarse a Moscú o a Bruselas, sino como buena parte de las elecciones hoy, contra el sistema. Y ganó quien, por oficio, se burlaba del sistema.

Twitter/albertolati

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