En las familias más pobres del país, los niños terminan como pilar de la economía, pues aunque la madre y el padre trabajen, los mejores ingresos se los llevan los hijos, quienes corren el riesgo de ser víctimas de trata de personas.
Así lo expresaron a Notimex los integrantes del grupo Colectivo Callejero, Brenda Raya y Jorge Rojas, quienes denunciaron que en la Glorieta de Camarones de la Ciudad de México, niños indígenas de Hidalgo y de Querétaro son trasladados a la ciudad para hacer malabarismos, piruetas o simplemente mendigar entre los automovilistas.
Mientras que en el corredor de las vías que va de la colonia Tlatilco, donde antiguamente pasaba el ferrocarril, hasta a la antigua estación de Buenavista, viven familias de pepenadores desde hace varias generaciones, donde los abuelos, los hijos y los nietos colaboran en el sustento.
Desde que empiezan a caminar solos comienzan a saber lo que es trabajar, como María, de apenas cinco años de edad, quien mientras sus padres van a trabajar se queda con su abuela a vender cigarros; al perder la vista dejó el negocio a su nieta, quien sin tener un grado de educación sabe hacer bien las cuentas y no deja que nadie le pague menos del costo establecido para la mercancía.
Los denunciantes son profesionales comprometidos con la protección y reivindicación de los derechos de toda persona en estado de vulnerabilidad, señalaron que en el Metro Bellas Artes se reúne un grupo de mujeres, al parecer mazahuas, que también ponen a sus hijos a pedir limosna en los vagones del Sistema de Transporte Colectivo.
Agregaron en la Avenida de los Insurgentes también hay comunidades indígenas muy grandes de mazahuas, hñahñus y triquis, que al llegar de sus zonas de origen ocuparon los edificios abandonados después del terremoto de 1985; desde entonces vivían ahí, pero luego de los sismos de septiembre de 2017 tuvieron que abandonarlos.
En este momento, más de 100 niños indígenas viven a la intemperie entre las calles de Milán, Liverpool y Roma, sin recibir apoyo de las autoridades.
Rayas y Rojas explicaron que quienes deberían intervenir e investigar esta situación son la Agencia del Ministerio Público 59, especializada en la atención del menor, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), local y federal, así como organizaciones civiles.
Detallaron que los menores no sólo son utilizados por la delincuencia organizada, también los usan autoridades policiales que antes de realizar un operativo les pagan para que vean cómo se encuentra el lugar, cuántas personas hay y si están armadas, lo que pone en riesgo las vidas de los niños.
Sostuvieron que en la Ciudad de México hay trabajo infantil forzado, particularmente de niños indígenas. Hay un grupo de niños mazahuas acordeonistas que trabajan tocando en el Metro o en las calles.
En la calle Madero, del Centro Histórico, un grupo de tres niños guitarristas, de entre siete y 11 años de edad llama mucho la atención y recibe bastantes monedas en su canasto. Según Colectivo de la Calle, un músico en Madero saca unos mil 200 pesos al día, por lo que esos chiquillos deben ganar, cuando menos, el doble.
En Marina Nacional, en varios puntos, se concentra otro grupo de niños con trajes típicos chiapanecos, muy probablemente son tzeltales, que montan un espectáculo con máscaras de políticos, en el que el expresidente Carlos Salinas de Gortari es el actor principal.
Con más de 10 años de experiencia en apoyo a menores de la calle, los denunciantes explicaron que hay niños que trabajan en los mercados, principalmente en comedores, donde ayudan en el negocio familiar sin sueldo, pero sí van a la escuela y son apoyados por sus madres, muchas de ellas solteras.
DAMG