López Obrador necesita enemigos, ya que, sin ellos, su discurso populista de buenos-contra-malos pierde sentido. Cómo ya es presidente, achacar a la “mafia del poder” y a los exmandatarios todos los problemas del país, solo le será será útil por un tiempo. Después, cada vez más mexicanos verán con aburrimiento y suspicacia el eterno argumento contra los “malos” de siempre. Y bajo ese panorama de cambio, también se pueden entender los constantes ataques al diario Reforma: López Obrador necesita un nuevo enemigo y, al parecer, este será representado por algunos medios de comunicación.
Estos ataques desde el poder son tóxicos por varias razones, pero una, con frecuencia ignorada, es el total desequilibrio de fuerzas en dicha pelea. Por un lado, tenemos a López Obrador, un presidente sumamente poderoso, que tiene mayoría en el Congreso, ejerce cientos de miles de millones de pesos, y comanda las Fuerzas Armadas y de inteligencia; y por el otro, un periódico fundado en 1993, en el Aniversario de la Revolución Mexicana.
Cuando López Obrador ataca a una persona u organización, es común que otros repliquen esa conducta (y más si ganaste por el consentimiento de 30 millones de personas). Y estas posturas del titular del Ejecutivo, en parte, explican que recientemente el director editorial del Reforma, Juan Pardinas, haya sido amenazado de muerte. Detrás de las amenazas a Pardinas hay, probablemente, algún antisocial que celebra los ataques del presidente a la prensa libre. López Obrador debe buscar reducir tensiones sociales, no aumentarlas.
La semana pasada, la propia Carmen Aristegui, una periodista históricamente cercana a la agenda y círculos lopezobradoristas, criticó la postura de agresividad presidencial contra el Reforma. Con toda razón, la también presentadora en CNN escribió en su columna que “López Obrador está obligado a pensar el alcance y efecto de cada una de sus palabras”, al tiempo que comparó su comportamiento al de Donald Trump con The New York Times.
Los ataques trumpeanos de López Obrador contra la prensa mexicana deben ser condenados con toda energía por el gremio periodístico (o por lo menos, por la parte que cree en la democracia y en la libertad de expresión). Pensemos en un desplegado conjunto, o una conferencia de prensa, entre los directores de los principales diarios del país y de las zonas metropolitanas como Reforma, Excelsior, El Universal, 24 Horas, El Financiero, Publimetro, El Economista, así como sitios web importantes como Animal Político y Nexos.
Esto, por supuesto, no implica que los diarios y sitios web rompan con el presidente. Para nada (eso abriría aún más la grieta de polarización e incentivaría la producción de datos y hechos “alternativos” desde el propio gobierno). Sería, más bien, un llamado gremial a la protección mutua ante los ataques desde el poder político y/o económico, vengan de López Obrador o de cualquier otro presidente, gobernador, alcalde o empresario poderoso.
En un país en el que alrededor de 140 periodistas han sido asesinados entre 2000 y 2018 (CNDH, 2018), y que se posiciona en el deshonroso lugar 144 de 180 en materia de libertad de prensa (Reporteros sin Fronteras, 2019), el acoso al Reforma podría pasarle a cualquiera. Por ello, el periodismo comprometido con la democracia debe demostrar que no se va a dejar intimidar por quien, en diciembre, juró respetar las libertades de los mexicanos.
DAMG