Una vez más, Venezuela está en el escenario mundial, tristemente por sus conflictos internos.
La mañana del martes 30 de abril, conocimos de los enfrentamientos entre las fuerzas chavistas y los seguidores de Juan Guaidó en esa nación hermana, después de la liberación del dirigente opositor Leopoldo López.
Las reacciones no se hicieron esperar, y sus tonos son muy disímbolos y contrastantes. Mientras el Gobierno de Estados Unidos, en voz del secretario de Estado, Mike Pompeo, aplaudió lo que llamó “Operación Libertad”, la Unión Europea rechazó cualquier forma de violencia y pidió la máxima moderación para evitar la pérdida de vidas humanas y una “escalada de tensiones”.
Posición similar fue la expresada por el Gobierno mexicano. El presidente Andrés Manuel López Obrador llamó a una solución pacífica “que haya diálogo, que se respeten los derechos humanos, que no se apueste a la violencia” señaló.
Más allá de los preceptos constitucionales y de la máxima juarista que reza: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. La posición mexicana de neutralidad es la que debe privar en estos momentos.
Esta América nuestra ha padecido años de cruentas luchas civiles, de épocas de dictadura y de un clima de inseguridad que la han llevado a niveles de pobreza y marginación que no pueden ser admitidos. Es momento de darle una oportunidad a la paz.
A nadie, absolutamente a nadie, le conviene que la crisis venezolana se agudice y haya pérdida de vidas. Polarizar más las cosas sólo llevaría a un inútil y absurdo derramamiento de sangre que todos, absolutamente todos lamentaremos.
La experiencia mexicana para encontrar salidas negociadas a los conflictos es manifiesta, el Grupo Contadora es un ejemplo de ello. En esta ocasión se debe intensificar la operación política con el grupo de países que conforman el Mecanismo de Montevideo que incluye, además de nuestro país, a Uruguay y varias naciones centroamericanas.
El diálogo y los acuerdos concertados son la única salida posible. Los conflictos en donde la voz imperante es de las bayonetas no sólo no son remedio, sino han sido la causa del rezago que vive nuestra América Latina. Es momento de serenar los ánimos y atender el interés superior de los pueblos, pero siempre en el ámbito de paz y libertad.