El cartón es inmejorable: recargado a la tanqueta que embiste a los opositores venezolanos, Marcelo Ebrard, nuestro canciller, tranquilo, cool, dice: “Pues ojalá que dialoguen, ¿no?”. El autor es Calderón, que logró sintetizar no sólo la actitud de nuestro Gobierno ante el drama que sufre Venezuela, y con esto quiero decir: los venezolanos reales, oprimidos, sometidos al hambre, sino, junto con la de nuestro Gobierno, la de un puñado grande de sus seguidores, incluidos algunos de los considerados más dialogantes, más críticos, que en general optaron por el argumento de la equidistancia: “Ok, Maduro no nos gusta, eso no es una democracia, pero lo que intenta Guaidó es un golpe de Estado”.
No lo es. Guaidó no se levantó con las cúpulas militares, que a la hora de escribir estas líneas o guardan silencio, sin comprometerse, o apoyan abiertamente a Nicolás Maduro, caso del titular de la Defensa, el impresentable Vladimir Padrino. Lo que hizo Guaidó fue llamar a la rebelión, a la resistencia, y lo que vimos en Venezuela fue otro episodio de eso, una rebelión: la de los venezolanos contra una dictadura de las de nuevo cuño, de las marrulleras, de las hipocritonas. De las populistas. A la rebelión, sí, se han sumado no pocos militares, en general de rango medio o bajo. Pero los rebeldes, los opositores, en términos bélicos, no tienen ni las armas, ni el entrenamiento ni la superioridad numérica. Es una lucha totalmente desigual. Los muertos, los detenidos y los torturados los pone la oposición.
Por supuesto, tampoco vale el argumento de que apoyar a Guaidó es apoyar el intervencionismo. ¿Venezuela está en medio del tiroteo geopolítico? No, pos sí. Están los gringos y gran parte de América Latina de un lado, Europa pegadita y los chinos, los rusos y sobre todo los cubanos del otro, con nosotros recargados en la tanqueta. Pero tropas gringas defendiendo a los rebeldes no hay. Ni un soldado, hasta donde hemos visto. Lo que hay –sí: es una monserga repetir lo obvio– es cubanos. Muchos. Defendiendo esa aberración parasitaria que es el castrismo. Muchos soldados y muchos espías. Muchos represores, que son la gran materia de exportación de la isla.
Conocidamente, Cordell Hull, secretario de Estado de Franklin D. Roosevelt, dijo que Somoza, el dictador nicaragüense, tal vez era un hijo de puta, pero que era “nuestro hijo de puta”. Muy bien, hay unos cuantos en México que ya se consiguieron al suyo. Digo, para hablar de equidistancias.