No resistí la tentación de traer números referentes a las niñas y niños de nuestro país. Porque acaba de ser Día del Niño y para hacer más visibles grandes problemas cuya visión y tratamiento dejan mucho que desear, por ejemplo, en el recién presentado Plan Nacional de Desarrollo.
La experiencia de muchas áreas del conocimiento ─desde lo biológico hasta lo psicológico─, ser padres y miles de años como sociedades nos ha dejado tajantemente claro que el desarrollo emocional, social y físico de los pequeños tiene un impacto estratégico para el bienestar de la vida adulta.
En México residen 38.3 millones de niñas, niños y adolescentes entre los cero y los 17 años. Una de las noticias muy positivas es que la mortalidad infantil ha disminuido. Alegra ver cómo cada año hemos alcanzado mejores resultados: cuando en el año 2000 morían 25 de cada 100 niños, en el 2016 eran casi 15 de cada 100. Por supuesto, aún hay trabajo pendiente.
La Organización Mundial de la Salud nos dice que uno de los elementos determinantes para disminuir la mortalidad infantil son las vacunas que ofrecen protección contra enfermedades como la difteria, sarampión, neumonía, rotavirus, rubeola, tétanos y polio.
Sobre este tema, tengo que mencionar algunos movimientos antivacunas, lo cual ha propiciado un repunte en la mortalidad infantil por enfermedades como el sarampión que se consideraba extinto en algunos países desarrollados.
Dentro los muchos temas que afectan a nuestros niños y jóvenes, y que exceden las posibilidades de estas líneas, quiero ahora referir el embarazo adolescente.
Entre los 15 y los 17 años, casi una de cada 10 adolescentes han estado alguna vez embarazadas. De ellas, poco más de la mitad tenía 17 años. El tema alarma.
Sabemos bien que el temprano inicio de las relaciones sexuales sin la debida protección expone a enfermedades y embarazos no deseados. La estadística también nos dice que casi la mitad de las adolescentes de 15 a 17 años que iniciaron su vida sexual no usó algún método anticonceptivo.
Un tercer y último fenómeno que ahora quiero referir es el acceso a dispositivos móviles conectados al internet, lo cual puede ser una herramienta de información muy positiva y también la puerta a un mundo de peligros entre los que destacan el ciberacoso, el abuso sexual y los contenidos inapropiados.
Riesgos cada vez mayores si consideras que 7 de cada 10 jóvenes entre los 12 y los 17 años tiene un celular inteligente; 4 de cada 10 tienen una computadora, y muchos también acceso a internet a través de tablets, videojuegos y televisiones.
Durante años me he dedicado a la educación. Hubo incluso un periodo en el que trabajé en un colegio. Y sin que pretenda ser esto receta, porque no las hay, quiero mencionar elementos que he notado fueron muy positivos en la formación de los hijos, especialmente para prevenir una adolescencia y una adultez en la que te cuestionas la paternidad: el cariño y atención de los padres; el cuidado de la salud especialmente a través de la nutrición y el deporte; una amplia dosis de cultura y, también muy importante, hijos que vivan el servicio social, el apoyo a quienes más lo necesitan.