En todo el mundo se sabe perfectamente que el gran poder que posee el presidente Andrés Manuel López Obrador es consecuencia del “encabronamiento social” que le dio el triunfo el 1 de julio pasado, y que la oposición sencillamente no existe.
Votaron 30 millones de mexicanos contra los excesos de la clase política tradicional. El PRD murió en la elección federal reciente; Acción Nacional y el PRI están más despistados que causan grima. Sus actuales liderazgos son similares a sus derrotas: patéticos.
Claro que tiene el titular del Ejecutivo Federal equilibrios y barreras que lo acotan, aunque los minimice a diario, por las mañanas: los mercados financieros, las calificadoras, la contracción de la economía, la cautela de los inversionistas privados y los grandes capitales extranjeros, la prensa libre, al igual que un sector que se manifiesta a diario en redes sociales y ahora las calles.
Pero el arranque de su administración fue muy cómodo: primero el gobernador-senador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, presidía la Conferencia Nacional de Gobernadores, y desde esa posición impulsó la llegada de los morenistas a Palacio Nacional y a su propio despacho.
Después el gobernador tricolor de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, que fue tan tímido al poder presidencial, que ya lo apodan “Amlito”.
Hace unos días entregó la Conago a un panista, al primer mandatario queretano, Francisco Domínguez Servién. Pancho es médico veterinario zootecnista y está especializado en reproducción animal.
De la grilla entre porcicultores y ganaderos salió ese hombre que le arrancó la gubernatura al mejor calificado de los gobernadores tricolores, en su momento, Pepe Calzada. Domínguez fue diputado, presidente municipal y senador de la República. Hace seis días asumió el liderazgo de la Conago, y abrió un hilo en la red social Twitter:
“Trabajaré por 4 objetivos:
1. Elevar la Conago a rango constitucional. En los estados se articula la gobernabilidad, el progreso y la libertad. Por eso la voz de las entidades debe incluirse como instancia de consulta para el fortalecimiento del federalismo y la confección de políticas públicas.
2. Pedí al presidente López Obrador firmar un Acuerdo por la Concordia que elimine la crispación y nos reúna en el propósito de construir juntos el México que aspiramos. Urge reconciliar a México y terminar con la polarización. Asumamos un compromiso con la moderación.
3. Colaboraremos para que el país crezca a 4%. Urge hacer que Norte y Sur crezcan al mismo ritmo. Complementaremos el esfuerzo federal: además de millones de aprendices, apoyaremos el surgimiento de millones de empresarios. Generaremos empleo, pero también generadores de empleo.
4. Debemos otorgar a las entidades más recursos fiscales. Convocamos a la revisión de las atribuciones y la Ley de Coordinación Fiscal, que permitan que las entidades obtengan mayores recursos”.
En el corto plazo sabremos si logró cambiar la Carta Magna, firmar el acuerdo, unir a sus homólogos para crecer parejo y modificar la repartición del dinero.
De lograrlo, se convertiría de manera natural en el líder de la oposición, aspirante presidencial, y sería visto como un responsable coadyuvante histórico del cambio de régimen; si fracasa, será recordado como otro portero chafa, que colaboró inocentemente en la goliza lopezobradorista.
Con Valor y Con Verdad.- Según la más reciente encuesta nacional de Arias Consultores, los gobernadores más ineficientes son: Cuauhtémoc Blanco (Morelos), Adán Augusto López (Tabasco), Javier Corral (Chihuahua) y Cuitláhuac García (Veracruz)… Los mejor evaluados: Quirino Ordaz (Sinaloa), el líder de la Conago, Pancho Domínguez (Querétaro), Francisco Cabeza de Vaca (Tamaulipas), Mauricio Vila (Yucatán) y Rutilio Escandón (Chiapas)… Mención especial merece la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, que está en el “top six” de los mandatarios más eficientes.
@GustavoRenteria
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