La labor del mecanismo de protección a periodistas y defensores de derechos humanos consiste en prevenir. Su tarea es proteger, evitar que sean vulnerables las personas que se dedican a estas actividades; sin embargo, pareciera que sólo esperan el momento en que le suceda algo a algún defensor de derechos humanos o a un comunicador para ofrecer los servicios del Mecanismo.
La inercia que arrastra el mecanismo desde la administración pasada tiene una explicación lógica, que no por ello deja de ser perjudicial y contradecir los fines que defiende.
Lo que sucede en el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, es lo mismo que acontece en otras dependencias del gobierno, donde sólo cambian a los titulares y dejan a los operadores que trabajaron con la anterior administración, con todos los vicios que ello implica.
El incidente que sufrió el periodista Héctor de Mauleón, en la colonia Condesa de la Ciudad de México, es una muestra de la desconfianza que existe sobre el Mecanismo. El propio comunicador contrató una escolta, un ex militar que le garantice la seguridad de sus propiedades y la integridad de su persona.
A pesar de las opiniones de la oposición, los militares siguen siendo ejemplo y punta de lanza en la protección de los mexicanos y muestra de ello es el caso de quien resguardó al comunicador De Mauleón.
Es sabido que las viejas costumbres del Mecanismo siguen imperando en este espacio de la SEGOB, que debió renovar la planilla del Mecanismo, sobre todo en la Recepción de Casos y Reacción Rápida, que no ha movido personal en años.
El mecanismo sigue además con una estructura de alquiler a particulares de automóviles, de guardias, de herramientas de seguridad. Bueno, hasta los botones de pánico, de relativa eficacia, son alquilados. Todo este proceso de arrendamiento debe ser supervisado, pero sobre todo anteponer el objetivo central de estas oficinas que es la integridad de los defensores de derechos humanos y de los comunicadores, que son ahora, los más vulnerables. Parecen olvidarlo.
En este sentido, quienes se quedaron del anterior sexenio quieren asegurar su empleo reduciendo costos y cuidando los gastos a costa de la seguridad de quienes deben proteger, de tal suerte que esperan a que algo grave les suceda para otorgar dicha protección.
Por su parte, el encargado de este mecanismo, Aarón Mastache, mantiene un intenso ritmo de trabajo, que le resulta imposible supervisar las acciones de personas como Jorge Ruiz del Ángel y Oscar Ochoa Mancera, de tal suerte que quienes pagan los platos rotos son los comunicadores y los defensores de los derechos humanos que se encuentran ahora más vulnerables que nunca por simples decisiones en mandos medios sobre la austeridad innecesaria de sus responsabilidades.
No cabe duda de que el mecanismo se maneja al viejo estilo y esto debe transformarse cuanto antes. La vida de quienes son amenazados, de quienes han muerto como si estuviéramos en una guerra, sigue en peligro.