El intento de robo del auto del periodista Héctor de Mauleón, de El Universal y Nexos, ha probado que en la Ciudad de México las fuerzas de seguridad han sido rebasadas por el crimen organizado local, sobre todo los cárteles de Tláhuac, Iztapalapa y Tepito y los huachicoleros y pistas que llevan al Cártel Jalisco Nueva Generación.

El periodista estaba en el interior de un restaurante, y su escolta, contratada por De Mauleón, mató al agresor que quería robarle el auto.
Aunque la versión oficial y la del propio periodista fijaron el criterio de que fue delincuencia común, se requiere indagación a fondo porque De Mauleón ha sido insistente en revelar al crimen organizado en la Condesa, su zona habitacional.

El gremio periodístico está siendo muy sensible por la lista de agresiones y asesinatos contra comunicadores en toda la República. Y la respuesta oficial ha sido burocrática. A De Mauleón le asignaron escolta oficial por el mecanismo de protección, pero la regresó por razones de intimidad profesional: sus fuentes. Por eso contrató escolta privada.

Pero el caso de De Mauleón no debe quedarse sólo en el gremio, sino que debe extenderse a toda la sociedad capitalina. Las revelaciones del periodista sobre los cárteles en la Ciudad de México -negadas por el anterior jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera- dibujan una ciudad atravesada por la violencia criminal, los asaltos en las calles, el robo de auto con impunidad y toda clase de delitos del fuero común.

Ante el creciente activismo de la delincuencia y con una Policía Preventiva no capacitada para una ola de inseguridad como la actual, la Secretaría federal de Seguridad Pública debería de replantear la estrategia capitalina, porque lo que ocurra en la capital de la República repercute en las percepciones negativas en todo el país.

Zona Zero

La violencia huachicolera ha encendido los focos de alarma, porque se trata de agresiones a las Fuerzas Armadas. Y aunque tienen a su favor los protocolos existentes de uso de la fuerza, militares y marinos no quieren causar masacres. El dato mayor es que el uniforme militar y ahora el de la Guardia Nacional no intimida a los radicales dedicados al robo de combustible, lo que anuncia que vienen tiempos de sangre.

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