Era principios de 2015 y coincidí en una reunión con periodistas que convocaba el entonces senador con licencia del PAN, Francisco Pancho Domínguez. El 7 de junio de ese año había elecciones para renovar la gubernatura en Querétaro, y se daba por descontado en círculos políticos y mediáticos que el PRI retendría el poder porque el entonces gobernador de ese partido, José Calzada Rovirosa, era el mejor calificado del país.
Por mera puntualidad fui el primero en llegar al encuentro, y le comenté al panista que se escuchaba que se había sacado la rifa del tigre, a lo que optimista respondió que veía una ventana de oportunidad y que la debilidad de la administración priista, medida por los sondeos, era que para el queretano había aumentado la inseguridad y que él generaba buena percepción tras su paso como presidente municipal de la capital.
El día de los comicios, Pancho Domínguez barrió por siete puntos porcentuales al PRI que cometió el imperdonable error de presentarse con un candidato tan gris que es difícil recordar su nombre.
Ya con más de tres años en el poder, el estado se ha convertido en ejemplo en materia económica. Según datos oficiales, más de 30 mil personas migran cada año a la entidad buscando una mejor calidad de vida, provenientes principalmente de la CDMX, Edomex y Guanajuato.
A decir de la unidad de inteligencia del influyente Financial Times, Querétaro representa la mejor zona para hacer negocios de América Latina, de entre 171 regiones del continente.
Es por igual el mayor proveedor de autopartes a nivel nacional y el cuarto destino de la inversión aeronáutica a nivel mundial. Para darse una idea, en esas tierras se desarrolla el primer avión cien por ciento mexicano.
Por igual es el segundo generador de empleos con 25 mil al año. Consecuencia, entre otros factores, de la captación de más de tres mil millones de dólares de inversión extranjera, 40% más que lo atraído por el Gobierno anterior. Y a pesar de ser el quinto menos extenso de la República, se ubica en el sexto lugar en PIB per cápita.
En materia de seguridad, el reto para este heroico estado -donde se fraguó la Independencia de México- sigue siendo gigantesco al ser colindante con dos de las entidades más peligrosas: Michoacán y Guanajuato. Aun así se ha logrado contener la violencia y se mantiene como el sexto con menor tasa de homicidios (datos del INEGI).
Su crecimiento trae aparejado diversos desafíos: una fuerte presión por servicios públicos, incluyendo más infraestructura vial, seguridad, alumbrado, recolección de basura, suministro de agua potable y la debida atención para más de 80 mil familias marginadas a las que Domínguez les ha prometido no olvidar.
Hay que mirar con interés al centro del país donde ya opera la pujante Alianza Centro-Bajío, incluyendo a Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro, Aguascalientes y Jalisco. Es la unión de la región que crece a 4% y que concentra 20% de la inversión extranjera directa.