No hace falta vocación esotérica para hallar determinados mensajes en el futbol. O, por poner una palabra distinta, para hallar en la cancha símbolos y lecciones.

Parece curioso que precisamente en el momento en el que ha de sellarse la huida definitiva de la Gran Bretaña de la Unión Europea, los equipos ingleses hayan logrado su mejor actuación en torneos europeos. Algo que, a simple vista, carece de relevancia, hasta que recapacitamos en su conformación: en la Champions League, el Liverpool dirigido por un alemán ante el Tottenham liderado por un hispano-italiano-argentino; al tiempo en la Europa League, el Arsenal entrenado por un español, contra el Chelsea alineado por un italiano.

No sólo eso, sino que Liverpool y Arsenal pertenecen a capital estadounidense, mientras que Chelsea a ruso y sólo el Tottenham a inglés –aunque, éste ultimo, con intereses sólidos en República Checa, Grecia, Suiza e Italia.

Eso sin referirnos a sus multinacionales y muy europeos planteles; tan europeos como para ratificar el lema de la Unión Europea, In Varietate Concordia, Unidos en la diversidad o Armonía pese a las diferencias, según se quiera traducir del latín.

Clubes ingleses transformados en marcas híper posicionadas a nivel mundial, de la mano de capital humano a menudo no inglés…, tal como tanto sucede en la ciudad de la que provienen tres de ellos, Londres.

Es posible vivir varias semanas en esa capital sin llegar a toparse no sólo con alguien londinense, sino incluso con alguien británico. Factor que, lejos de debilitarla, la mantiene como punto neurálgico de música, diseño, alta costura, innovación, negocios, arte, ocio y demás.

Viene a mi mente una entrevista que tuve posibilidad de efectuar con el genial Thomas Heatherwick cuando se acercaban los Olímpicos 2012 y desarrollaba el pebetero más revolucionario que haya existido: “Si existe una vibración especial aquí, en Londres, no es por los ingleses, sino por el talento que viene y que ha venido desde hace muchos años. Somos una mezcla. Solos no podríamos. Todo es gracias a un fenómeno que ha atraído a personas de todo el mundo. Por ejemplo, nuestra cultura solía reprimir la pasión y los latinos me picaron a fomentarla, a darle expresión”.

Por si no lo recuerdan, cada delegación ingresó al Estadio Olímpico portando un pétalo de cobre, sin saber que sería colocado en una estructura que emergería del suelo para recibir el fuego de Olimpia; si hasta antes esa flama representó la unidad del mundo, nunca como ese día se convirtió en algo literal, cada rincón del planeta contribuyendo con una parte del proyecto. Heatherwick plasmó en pebetero su filosofía.

En tiempos en los que la moda es culpar a todo quien luzca diferente, en días en los que se añora un pasado idílico que no existió (y si existió fue sin la homogeneidad que hoy se defiende: homogeneidad inexistente antes como hoy), un mensaje desde la Liga Premier. Mensaje sólido, pero tardío. En lo que el Brexit busca manera de ser, Inglaterra toma Europa con el balón y casi sin piernas inglesas.

Twitter/albertolati

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