Una nueva etapa en el empoderamiento del futbolista europeo: no sólo marcharse cuando lo desee y decidir a dónde irse incluso con contrato en vigor, sino también hacerlo convertido en poderosa empresa.

La gran diferencia entre el anuncio de la partida del Atlético de Antoine Griezmann y la de tantísimos jugadores que desde 1985 han cambiado de equipo en España mediante la cláusula de rescisión, es que esta vez no se ha anunciado quién se hará cargo del millonario pago, sino que el crack se ha autointroducido en el mercado, abriendo él mismo la subasta por sus goles.

200 millones de euros que a partir del inicio de julio serán 120. Cifras que la abrumadora mayoría de los deportistas, aun de los más mediáticos y reputados, no tendrían forma de abordar. Sin embargo, Griezmann conoce su valor y sabe que al decir “pagaré mi cláusula” más bien está diciendo “traeré al club que más me convenga a que pague mi cláusula”.

Un año atrás ya rompió paradigmas y montó un reality show para comunicar que se mantendría en el Atlético. Fue emitido en la televisión de España un documental en el que el seleccionado francés compartía su rutina, sus motivaciones, sus pasiones, hasta concluir que prefería continuar como colchonero. Comparado con la vasta mayoría de sus colegas que tan poco deciden sobre su carrera y rumbo, más un huracán que un viento de libertad. Apuesta todavía más elevada con la autogestión que proyectó su mensaje en redes de esta semana: hablé con el dueño y el entrenador para explicarles que me voy.

Acaso la principal innovación que se puede agradecer al futbol español, es esa cláusula de rescisión creada en 1985 y cuyo primer beneficiado fuera Paco Llorente (sobrino del legendario Francisco Gento) al pasar precisamente de Atlético a Real Madrid.

En Inglaterra se utiliza otra herramienta. La petición de traspaso o Transfer Request da pauta para que quien pretende mudar de equipo solicite a su directiva ser colocado en el mercado. La gran diferencia con la cláusula española es que en la Premier League esto sucede al precio que a la institución propietaria le parezca justo en ese momento, lo cual tiende a ser subjetivo y debatible.

Que Griezmann se pueda ir del Atlético como lo está haciendo, habla tan mal del cariño a un escudo como bien de los derechos laborales de quienes juegan futbol.

Sin embargo, tamaña libertad para mostrarse no como sujeto sino como empresa, puede desencadenar que se deje de pertenecer a sí mismo. Ya se sabe, hasta para esto los opuestos se parecen.

Twitter/albertolati

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