Una camada de cracks merengues que cargó con dos estigmas: no haber dado al Real Madrid una Copa de Campeones de Europa ni haber conquistado un gran torneo con la selección española. Par de deudas que al paso del tiempo lucieron mayores, toda vez que la camada siguiente devolvió al club a la gloria de Champions lo mismo que alzó la copa mundial con la roja.

Sin embargo, eso no cambia el legado de ese Madrid de la llamada Quinta del Buitre. En palabras de Jorge Valdano, si España terminó por evolucionar de la denominada Furia (apodo que le llegó en los Olímpicos de Amberes 1920, luego de un gol arrollando a la defensa rival por parte del gigante vasco José María Belauste) al tiki taka de su consolidación, fue por dos instantes puntuales.

 

Primero, el juego de alta costura, de toque y desmarque, de estética y gozo, de ese Real Madrid ochentero. Inmediatamente después, el Dream Team barcelonista de Johan Cruyff. Dos semillas que derivaron en el árbol de una nueva identidad futbolística.

Pues bien, esa Quinta del Buitre fue bautizada en honor de Emilio Butragueño, aunque acaso su más completo futbolista haya sido Miguel González Míchel. Despliegue, conducción, visión, inteligencia, ida y vuelta, toque, más uno de los mejores disparos de media distancia de su época (como recuerdo de esa España frustrada, su gol contra Brasil en México 86, absurdamente no acreditado por el árbitro).

A fines de los noventa, el Celaya reunió a Butragueño, Míchel y Hugo Sánchez en un equipo más memorable por sus nombres que por los resultados.

 

Meses antes, con el Buitre en la delantera, había sido subcampeón. Llegados los otros dos veteranos, el engranaje celayense ya no pudo ser.

Por entonces también vinieron a México Bernd Schuster, José Mari Bakero y Bebeto, convirtiendo a nuestro país en sitio idóneo para jubilación, algo que cambió con la irrupción de MLS, J-League y las ligas del Golfo Pérsico.

Entre viejas leyendas a menudo muy poco comprometidas, de Míchel no se puede decir que haya escatimado en el esfuerzo en México. Hasta donde las piernas le permitieron, se entregó para el Celaya.

Hoy vuelve a nuestra liga como entrenador, meses después de que algunos le candidatearan incluso para dirigir de forma interina al Real Madrid. Más allá de si se coincide con la salida de Bruno Marioni, nadie puede negar que se trata de una gloria del futbol.

Otro tema es que como DT no ha estado ni remotamente a la altura de lo que fue como jugador.

Twitter/albertolati

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