El sueño más perfecto en la tierra que vio nacer a El Principito –de hecho, el aeropuerto de la ciudad está dedicado al autor Antoine de Saint-Exupery– es el Olympique de Lyon femenino.
En vano buscaremos y escarbaremos equipo más hegemónico en el planeta. Por mucho que nos esforcemos, no aparecerá.
Trece ligas consecutivas (con dos escasas derrotas en nueve años), más ocho de las últimas diez finales de Champions League (incluidos, con el del sábado, cuatro títulos europeos consecutivos), hacen del cuadro Lyonnais algo más que una dinastía: una aplanadora sin tentaciones de saciedad, siempre ávida de más trofeos.
Si el Real Madrid de los años cincuenta presumía a cuatro de los mejores futbolistas de la historia (Alfredo Di Stéfano, Ferenc Puskas, Raymon Kopa, Paco Gento), este Lyon agrupa a la actual Balón de Oro (la noruega Ada Hegerberg), la estrella alemana (Dzenifer Marozsán), la capitán japonesa (Saki Kumagai), la futbolista del año inglesa (Lucy Bronze), apuntaladas por siete seleccionadas francesas.
Es la infraestructura a su alcance; es la metodología más avanzada; es la certeza de que las mayores cracks del planeta no sólo serán pretendidas, sino que ellas mismas harán todo por vestir esa casaca; es, sobre todo, el trato más equitativo que en rincón alguno del planeta se brinda al equipo femenino en relación con el que recibe el masculino.
Ese último factor ha sido la diferencia para que Ada Hegerberg, triple anotadora en la final de Champions del sábado, brille ahí al tiempo que acumula dos años sin acudir a la selección de su país. En unos días se disputará el Mundial de Francia 2019 sin su presencia, coherente en su ideario de no jugar cuando percibe que a la mujer se le trata de peor manera que al hombre. Considerando su compromiso y lucha, podemos entender lo que le supuso escuchar a un DJ preguntarle si hace twerking en el momento preciso en que le era concedido el Balón de Oro.
El futbol femenil ha entrado en otra era gracias a lo que este Lyon representa, aunque el siguiente paso está siendo dado por estrellas como la noruega. No sólo es su revolución en la cancha, sino también la que figuras como Ada desencadenan fuera de ella.
El Principito se preguntaba “si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada quien pueda encontrar la suya”. Siendo así, en los cielos de Saint-Exupery todos los astros van siendo reclamados por las chicas.
Twitter/albertolati