Sin oportunidades laborales en otra parte, Jesús y Juan son dos invidentes que se ganan la vida en las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, uno como comerciante formal y el otro cantando. Además de su ceguera, ambos tienen algo en común: el abuso que sufren por parte de algunas personas.

Ciego y adulto mayor, a sus 67 años de edad Jesús Silva se gana la vida vendiendo aguas, chicles, papas y otras frituras dentro de la estación del Metro 18 de marzo, donde un día sí y otro no, usuarios se aprovechan de su discapacidad visual.

“Se aprovechan de que soy ciego y no veo, varias veces me pagan un agua y se llevan dos, no solo aguas si no también papas, chicles o dulces, la gente es muy culera”, relató en una entrevista con 24 HORAS.

A diario, Jesús vende alrededor de 600 pesos de mercancía, que utiliza para mantener a su esposa y a sus cuatro hijos. Para ganar esa cantidad, sale de su casa a las 4:00 horas, lidia con policías, aguanta abusos de la gente, el robo de su mercancía y hasta caídas en el trayecto a su casa, ubicada en la colonia La Presa, en Naucalpan, Estado de México.

“La semana pasada, por la mañana, abrí una caja de chicles con 50 piezas; únicamente vendí cinco. Al recoger todo para ir a mi casa sentí como la caja ya estaba vacía”, denunció el comerciante.

Todos los días, Jesús llega solo a la estación del Metro; por las mañanas prepara su mochila con mercancía, toma una combi (a la que rara vez la gente le ayuda a subir) que lo lleva al Metro Indios Verdes y ahí aborda el subterráneo hacia el Metro 18 de marzo.

Debido a su condición, durante su trayecto diario ha sufrido múltiples caídas pero no le queda de otra más que levantarse y seguir su camino.

Por otra parte, Juan Luján, quien desde hace 18 años sufre ceguera total, se gana la vida cantando en el interior del Metro capitalino para mantener a dos hijos y una madre pues, afirmó con orgullo, su discapacidad visual no lo detiene para generar ingresos.

 

Entrevistado en Metro Potrero, el hombre de 32 años también acusó que cuando canta los usuarios del Metro le han puesto el pie y pateado el bastón que usa para que se caiga; cuando eso sucede los ignora, se levanta y sigue cantando.

Afirmó que la vida ha sido dura con él, pero ya se ha acostumbrado a la discriminación y abusos que sufre de parte de algunos usuarios: “Cuando te subes al vagón tienes que andar vivo, porque en cualquier momento se viene el frenón del Metro o la gente te pone el pie o te patean el bastón; pero así es esto de la calle, con el tiempo te acostumbras, así como hay gente mala, también hay gente buena que te da los 20, 50 pesos”.

“Te dicen de cosas, cuando voy caminando o cuando voy en el vagón las personas te empiezan a tirar, me dicen: nada más te haces, si sí ves”, concluyó.

LEG