Cuando este domingo más de 400 millones de europeos vayamos a votar para elegir a nuestros representantes en las instituciones europeas, tendremos una cita con la historia. En esta ocasión, seguramente nuestro nivel de responsabilidad será mayor que otras veces.
La corriente de euroescépticos continúa creciendo. Muchos no creen en Europa. Se trata de 28 países, cada uno de su padre y de su madre, con religiones distintas, idiomas diferentes y una historia de guerras entre ellos en los últimos 20 siglos. Ahí hay que añadir los lobbies tanto endógenos como exógenos que quieren acabar con esa Europa unida.
Las grandes potencias miran con mucho recelo a Europa. Es un supra Estado, con una extraordinaria capacidad económica, comercial y de defensa, bien lo saben Estados Unidos, Rusia o China, que son sus principales adversarios.
Sin embargo, existe otra corriente de la yuxtaposición, la cohesión, el entendimiento, la unión. Lo vio de una manera visionaria el entonces ministro de Exteriores, Robert Schumann, cuando en mayo de 1950 le planteó a Alemania hacer una entente franco-alemana del carbón y el acero. Ésos fueron los cimientos de una Europa que crearon Adenauer, Churchill y otros más, y en los que participaron Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos.
De aquella pequeña, pero unida Europa, a la de hoy, formada por 28 naciones, aunque con diferencias más que notables. Por eso hoy hay que luchar, votar por esa Europa unida, por una Europa de bloques.
En la actualidad sería muy difícil mirar de tú a tú a las grandes potencias si no existe una unión. La prueba está en que los propios británicos, que se van en principio de la Unión Europea el 31 de diciembre, se lo están pensando, y mucho; hasta tal punto que la primera ministra británica, Theresa May, ha anunciado la posibilidad de una segunda votación, un segundo referéndum para saber si los ciudadanos británicos quieren seguir en la Unión Europea o prefieren marcharse del selecto club.
Una Europa unida la convierte en poderosa, la hace mucho más cohesionada ante los embates de los populismos, de las guerras comerciales, de la falta de seguridad. Por eso estas elecciones son tan importantes para los europeos, porque pueden ser una continuidad para cimentar los próximos 50 años o el principio del fin de lo que fue el sueño de los políticos visionarios de los años cincuenta.