Fue un gran honor encontrarme con Jacobo Zabludovsky.
Hombre comprometido con su familia, su ciudad, su vocación, con los valores de la cultura y con la inteligencia.
La fuerza de su carácter y la precisión de su inteligencia lo ubicaron siempre por encima de presagios.
Su prestigio lo llevó a recintos consagrados y a encuentros del más alto nivel entre políticos, artistas, catedráticos, escritores, toreros, cantantes, periodistas.
Jacobo Zabludovsky, testigo y protagonista de la vida de México, siempre pensaba que todos los días había algo digno de recordarse.
Uno de esos hechos relevantes en su vida ocurrió en agosto de 2009.
Convocados por un sólo tema, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal entregaba la Medalla al Mérito Ciudadano al licenciado Jacobo Zabludovsky.
Esa mañana le escuché uno de sus agradecimientos más emotivos.
Jacobo Zabludovsky dijo:
“Señoras y señores: mis padres hallaron en México una vida digna, murieron en sus camas, sabemos dónde están sus tumbas y sobre ellas hemos puesto lápidas leves con sus nombres… Aquí crearon una familia ya de tres generaciones que con su conducta ha tratado de agradecer lo recibido…
Doy gracias a mi esposa, compañera y amiga, Sarita; a mis hijos y nietos, alegría y esperanza. A mis amigos y compañeros. A veces me preguntan si vuelvo con frecuencia al Centro. No puedo volver, porque nunca he salido. He pernoctado fuera de vez en cuando. Pero mis casas y escuelas están aquí.
Los restaurantes y las fondas que frecuento, los abrazos recobrados, los colores en el juego de las chilucas y azulejos y las sombras en el zaguán antiguo, los sueños comprados en los puestos de libros viejos, aquella fachada previa al edificio intruso, el parque de las canicas y los payasos, el estanquillo de los títeres de alambre, el zapatero, la carbonería, la biblioteca, el de los tacos y el tepache, el plomero y el que tocaba el piano. Siempre en esta ciudad dos veces destruida, cien veces renaciente. Hoy, vecinos nombrados por vecinos honran a uno de los suyos. Les reitero mi enorme gratitud”.
Jacobo Zabludovsky cumple 91 años, y seguimos navegando juntos hacia un destino común.
Jacobo Zabludovsky siempre pensaba que todos los días había algo digno de recordarse; qué razón tenía.
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