El sobrepeso y la obesidad son más frecuentes en mujeres que en hombres, y cuando esta condición inicia en la adolescencia, el riesgo de tener depresión aumenta 30 por ciento, señaló la psiquiatra Martha Ontiveros.
Aunque muchas veces esta condición inicia desde la infancia, es en la adolescencia cuando aumenta y al llegar a la vida adulta puede empeorar por los malos hábitos en la alimentación, los cambios hormonales y su situación emocional.
En entrevista, en el marco del Simposio extramuros: “Obesidad en la mujer: Retos de la salud a lo largo del ciclo de la vida”, organizado por la Academia Nacional de Medicina de México (ANMM) y el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), Martha Ontiveros dijo que una tercera parte de las personas con sobrepeso lo consideran normal.
Mientras que 3.3 por ciento de la población en general tiene depresión, trastorno que se presenta principalmente en tres etapas de la vida, 17, 32 y 60 años de edad; quienes la padecen en muchas ocasiones la minimizan o ignoran las señales confundiéndolas con estados de ánimo pasajeros.
Cuando se combinan sobrepeso u obesidad y depresión, puede convertirse en un círculo vicioso porque la persona se siente deprimida al no estar en un peso saludable y no puede perder kilos porque está deprimida.
Entre muchas causas de la depresión en adolescentes se encuentran el abuso físico, la violación, el abuso psicológico y una situación desfavorable desde lo psicosocial, sobre todo cuando se reafirman estereotipos desde lo social, donde la belleza es sinónimo de ser delgado y musculoso, apuntó la especialista.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio Camino (ENSANUT MC), realizada en 2016, el 87.7 por ciento de las mujeres adolescentes y adultas tienen sobrepeso y obesidad abdominal, frente a 65.4 por ciento de los hombres.
Simón Barquera Cervera, director de Investigación en Políticas y Programas de Nutrición del Centro de Investigación en Nutrición y Salud, del INSP, expuso que el entorno influye en los futuros hábitos alimenticios de las personas.
Como ejemplo, mencionó que en casa se puede educar a un menor para que consuma agua en lugar de bebidas azucaradas, pero si sale a la calle es más fácil encontrar refrescos o jugos envasados que agua natural y eso puede echar por tierra el esfuerzo doméstico.
CS