Cuando Enrique Peña Nieto cometía alguna pifia durante alguno de sus discursos, era simplemente despedazado en las redes sociales y de inmediato lo calificaban como de escasas habilidades verbales, por decir lo menos.
Pero si la pifia la comete el presidente Andrés Manuel López Obrador, con todo ese enorme bono democrático que le queda, de inmediato surgen las explicaciones sobre lo complicado que es hablar tanto, de improvisar tantos mensajes y no cometer alguna imprecisión.
Y la verdad es que esa última apreciación es absolutamente cierta. No puede alguien improvisar en tantos foros y no cometer de vez en cuando algún traspié.
Los 10 mil años de existencia de México, con todo y universidades e imprenta, es uno de esos momentos de irreflexión en el discurso. Porque está claro que uno de los más avezados en la historia mexicana es precisamente el presidente López Obrador.
No pasa nada, pues, con este discurso. Nada, más allá del momento divertido que regala a las redes sociales y a los medios de comunicación.
Donde sí pasa, y mucho, es en la emisión por parte del propio Presidente de “los otros datos”.
Puede, o no, el Presidente creer que la economía está en el terreno negativo. El INEGI ya confirmó que durante el primer trimestre de este año el Producto Interno Bruto (PIB) tuvo una contracción del (-)0.2%, y que en términos anuales tiene un crecimiento de apenas 0.1%.
Este dato puede acercar peligrosamente a la economía al terreno de la recesión si no se asumen las acciones que recompongan dos acciones directamente relacionadas con el Gobierno federal: los mensajes de confianza a los inversionistas y el correcto ejercicio del gasto público.
Si desde la Presidencia se cree firmemente en que este año se puede crecer a 4%, contra los pronósticos, más cercanos a 1.5%, se corre el riesgo de sobreestimar los montos de recaudación y de capacidad de gasto del Gobierno.
Esos otros datos han llevado a este Gobierno a tomar decisiones costosas en materia de infraestructura, como cancelar un aeropuerto y construir una refinería.
La información alternativa que tiene el Jefe del Ejecutivo, durante muchas semanas le llevó a negar la crisis en el sistema público de salud, por la falta de medicamentos e insumos para la atención de los grupos más vulnerables. Hasta que la realidad se impuso y la Secretaría de Hacienda se vio forzada a liberar los recursos retenidos a clínicas y hospitales.
Los otros datos presidenciales acaban por negar una realidad que necesita de la atención del Ejecutivo para replantear las estrategias que claramente no funcionen. No es un delito recomponer el camino. Como en el caso de la Semarnat, que un poco de prepotencia de la ex titular sirvió para destituir a quien simplemente no había dado el ancho.
Pudo Gutenberg haber plagiado en el siglo XV un invento mexicano de hace 10 mil años, pero no puede López Obrador argumentar que no cree en la información estadística de su propio Gobierno, porque eso sí puede leerse como la negación a tomar las medidas pertinentes ante hechos contundentes.