Primera. Al bajar del avión que lo trasladó a Tepic luego de un aterrizaje complicado, que habría puesto los nervios de punta a muchos de nosotros, Andrés Manuel López Obrador sólo dijo que “no es nada grave, es normal”.
Pocos aceptan del Presidente de la República, especialmente sus adversarios, que su persistencia está acompañada actualmente de un temperamento sensible que le permite serenidades que son inimaginables para muchos otros mandatarios o dirigentes sociales.
Cada quien tiene sus datos.
La normalidad para AMLO puede llevar a la angustia a muchos otros. Es el caso del aterrizaje. Es el caso de la presión política que el tabasqueño es capaz de administrar o la angustia de un viajante que debe asimilar esperar a un nuevo intento de aterrizaje tras uno fallido.
El piloto AMLO tiene cierta determinación y serenidad naturales llevadas al extremo, como ocurrió aquella mañana del escándalo en 2004 con René Bejarano, cuando dijo a todos quienes veían la emboscada mediática de Televisa contra el polémico aliado de AMLO de entonces: “No pasa nada”, dijo también.
La nave de la nación está en buenas manos, siempre que se reúnan sapiencia y serenidad.
Segunda. Es grave retrasar el despegue de un avión comercial y es normal exigir la renuncia tras ese incidente.
Siendo hace un par de días titular de la Semarnat, Josefa González Blanco Ortiz Mena, nada más cuatro apellidos apreciados en la estelaridad priista, pensó que era posible evitar que se le fuera el avión. Se le fue el del gabinete.
Hasta para la integrante de la aristocracia del PRI de antes y de la élite lopezobradorista, lo normal es que la 4T determine que su apetito por el ejercicio del poder superficial y de la prepotencia elemental, ahora que estamos en el tema de los aterrizajes con incidencias, concluya con la finalización de su corto ciclo en la pista federal.
Tercera. Es grave defraudar, falsificar, engañar, y es normal. Ojalá que cada vez más frecuentemente este Gobierno detenga a presuntos responsables de delitos patrimoniales gigantescos como se presume desde la Fiscalía General de la República, que es Alonso Ancira, el dueño de Altos Hornos de México, y en el mismo tono que esa instancia gire orden de aprehensión contra uno de los ex directores de Pemex de Enrique Peña Nieto, Emilio Lozoya, de otra importante familia priista.
Cuarta. Es grave, ¿o es normal?, acusar de daño a la imagen del partido al que se aspira dirigir y es normal inhabilitar por tres años a otro presunto responsable, Alejandro Rojas Díaz Durán, con lo cual AMLO respalda a Yeidckol Polevnsky, quien tiene apoyos regionales muy significativos en la estructura de Morena a los que no les agrada que se hagan olas.
Quinta. Es grave creer que se puede combinar periodismo independiente con publicidad. Qué bueno que sea normal debatir al respecto y que haya posiciones que plantean el tema como un asunto ético y no solamente de libertades de empresa.
De lo grave a lo normal, hay lecciones en este régimen.
@guerrerochipres