Tiflis, Georgia.- El irremediable paso del tiempo ha estampado su huella en cada rincón de esta poco conocida ciudad. Quien recorre sus calles no podrá pasar por desapercibida la herencia que mongoles, persas, otomanos y rusos han dejado en la vida cotidiana de esta nación, decidida hoy a resurgir después de un doloroso proceso de desincorporación del mundo soviético.

La vieja Tiflis se encuentra rodeada por una cadena montañosa y dividida por el río Kurá, testigos de las múltiples invasiones de imperios vecinos que, a lo largo de los siglos, vieron en estas nobles tierras, cuna del vino, la oportunidad para su expansión económica y militar.

Los acontecimientos de los últimos 20 años mantienen con vida, al menos en esta región euroasiática, la Guerra Fría que caracterizó al mundo bipolar de la segunda parte del siglo pasado. Un alejamiento con la Rusia de Vladimir Putin, con quien se han roto las relaciones diplomáticas, y un apoyo abierto de Estados Unidos en la construcción de Georgia, recuerdan el periodo en el que Washington y Moscú libraban una disputa por la hegemonía global.

En agosto habrán pasado 11 años de la guerra entre Georgia y Rusia que tuvo como resultado la pérdida, para Tiflis, de los territorios de Abjasia y Osetia del Sur. Con la ayuda de Putin, este enfrentamiento dejó a Georgia sin dos regiones fundamentales.

Para Rusia, esta guerra representó el regreso a la escena internacional después de la desaparición de la Unión Soviética. Fue el inicio de un nuevo liderazgo basado en un principio de intervención en los asuntos internos en donde exista algún interés político o económico.

En la vieja Tiflis, el olor a Guerra Fría es inevitable. La voluntad de Georgia de adherirse a la Unión Europea y a la OTAN, el permanente rechazo ruso y la creciente cooperación militar con Estados Unidos han provocado un clima de tensión en este estratégico país.

Lo que durante décadas fue una forma de vida entre Washington y Moscú es descrito de manera ágil por el escritor estadounidense Michael Pullara, autor del Espía que fue abandonado, un relato sobre el asesinato de un agente de la CIA en la década de los 90 en Georgia. La investigación revela las inconsistencias de un caso que fue manipulado por la justicia de este país y ante el cual Washington, en su deseo de no interferir en la reconstrucción democrática, pretendió dejar en el olvido en detrimento de la verdad.

En pleno siglo XXI, el ambiente descrito por Pullara se mantiene vivo. El de esta vieja ciudad, confluencia de diversos orígenes, tierra disputada por diferentes imperios y en donde, en plena era moderna, las dos potencias que se enfrentaron por la hegemonía del mundo no parecen estar dispuestas a abandonar los viejos tiempos de la Guerra Fría.

Segundo tercio. No existe en el mundo, hasta ahora, aeropuerto con mayores deficiencias como el de la Ciudad de México. La situación de la terminal 2, además de vergonzosa, es preocupante. Lo que más inquieta es que el titular de la SCT, Javier Jiménez Espriú, no suelta el tema.

Tercer tercio. Vaya lío que armaron el Presidente y su vocero tras la publicación de las listas de empresas periodísticas, dirigidas por columnistas, que recibieron, como otros medios, publicidad oficial. Es algo que ha sucedido durante años, está regulado, no condiciona líneas editoriales y por ello fueron pagados los respectivos impuestos. Mala leche, revanchismo, manipulación, verdades a medias. Y es la propia Presidencia la que empuja el clima de encono. Impensable en otros sexenios. Para que extrañen.