Hay que decirlo. Si en este Gobierno hay funcionarios que se merecen un monumento por la manera como han resistido los embates desde todos los frentes son los de la Secretaría de Hacienda.
Son los que reciben directamente las instrucciones presidenciales de no gastar lo presupuestado, son a los que se les ordena concentrar todas las compras de Gobierno, incluso en sentido contrario de las disposiciones legales. Y al mismo tiempo son los que reciben el reclamo del resto de la estructura del Gobierno federal, de estados y municipios y de cualquier instancia que reciba recursos públicos, por la falta de flujos para su sostenimiento.
Cada Presidente tiene su estilo propio de lidiar con los titulares de la Secretaría de Hacienda. Desde un Vicente Fox, que era regañado y constantemente amenazado con la renuncia por parte de Francisco Gil Díaz, hasta confiar la cartera al más cercano amigo, como en el caso de la dupla Enrique Peña Nieto-Luis Videgaray.
La manera de llevar la relación con la Secretaría de Hacienda del actual Presidente, Andrés Manuel López Obrador, es la misma que usa para todo el resto del gabinete. Todo se concentra en Palacio Nacional y los subordinados sólo toman nota de la voluntad del jefe máximo.
Hay asuntos en los que el Presidente no se meterá, porque el día únicamente tiene 24 horas, pero en los temas básicos, las decisiones son totalmente centralizadas. Y los temas de Hacienda son elementales.
Ahora que de forma francamente irracional se optó por recortes presupuestales a machetazo limpio, en el Congreso se pedía algo que suele ser normal en una democracia: la comparecencia del titular de la Secretaría de Hacienda para explicar el alcance de los ahorros que han causado tantos problemas sociales por lo torpe de los tijeretazos al gasto.
La mayoría de Morena, convertida sólo en el brazo ejecutor legislativo del Presidente, impidió a como diera lugar esa comparecencia de Carlos Urzúa en tribuna, o en comisiones, para dar cuenta de cómo aquella modificación legal de la mayoría de Morena de dar discrecionalidad total al Presidente para que use como mejor le plazcan los recortes presupuestales, ha tenido consecuencias funestas.
Y es que el secretario de Hacienda podría no tener las respuestas que buscan los legisladores que pretendían tal comparecencia. Las razones, si es que las hay, estarían en la visión unipersonal de derrumbar lo que hay, así sea para los más pobres, para crear estructuras nuevas de la 4T en torno a los programas asistencialistas y de los proyectos de infraestructura tan cuestionados.
En materia de ejercicio del gasto público, la Secretaría de Hacienda es un adorno, un mero accesorio presidencial. La tarea a la que Hacienda no debe renunciar de ninguna manera es a mantener los equilibrios presupuestales. No permitir mayor endeudamiento, no gastar más de lo que se ingresa.
La manipulación del gasto hace del Presupuesto de Egresos de 2019 letra muerta. Pero donde los funcionarios de Hacienda sí deben dar un manotazo sobre la mesa es en su obligación de mantener la disciplina macroeconómica.