El recuento de los resultados electorales del pasado 2 de junio se asemeja más a las consecuencias de una guerra que a un nuevo panorama electoral.
Una de las primeras consecuencias es que el PAN debe cambiar de liderazgo. De ahí el delirante optimismo de su dirigente nacional, quien pareciera que ha perdido la razón asegurando que su partido ha triunfado; sin embargo, mucho de lo perdido por Acción Nacional se debe a la inmadurez de Marko Cortés, quien intentó fortalecer trincheras antes de tener las municiones necesarias para combatir.
La fama que adquirió el PAN de tener candidatos mentirosos, iniciada por Ricardo Anaya, se consolidó en las campañas previas a las elecciones del domingo pasado. Soltaron a los medios encuestas falsas donde su candidato a la gubernatura en Baja California se mostraba a la cabeza por cinco puntos de diferencia. De inmediato se supo que se trataba de una encuesta falsa, y lo único que se evidenció fue la fragilidad de un partido que pudo ser la segunda fuerza, pero de ninguna manera un contrapeso.
El líder panista dedicó los espacios en los medios para denostar al Gobierno federal y al Presidente de la República, en lugar de proponer alternativas en los temas que criticaba. Esto le vino a costar la derrota aplastante que sufrió.
A Marko Cortés le preocupa su cabeza, que puede ser cortada de un momento a otro y su liderazgo recordado como uno de los peores del PAN. Por lo que debe renunciar cuanto antes para que ese partido continúe su trayectoria y pueda fortalecerse en la oscuridad de la reconstrucción. De otra manera se corre el riesgo de que desaparezca.
La comparsa del PAN que empieza a quedarse en muchos de los comicios muy aislado es el PRD, que cada día tiene menos militantes y corre el riesgo de perder su presencia en el Senado, ya que ningún partido puede ser representado en el Senado con menos de cinco senadores y el pasado 28 de mayo, la senadora Leonor Noyola Cervantes anunció su salida del PRD para irse al grupo parlamentario del Partido Verde. Además, también se espera que el senador perredista con licencia, Juan Zepeda, deje la bancada.
Así, el PRD inicia el principio del fin de su participación parlamentaria. La presencia del PRD en la Cámara de Diputados es muy pobre, pero reflejo de su capacidad de convocatoria. Los excesos de un PRD engreído que se consideró propietario de la Ciudad de México ahora sufre sus consecuencias, y seguramente no podrá de aquí en adelante participar solo en ninguna elección sin tener el riesgo de perder el registro en esa localidad.
El PRI confesó que concursó en estos comicios en una época especialmente difícil donde la prioridad de sus militantes era la reconstrucción y no la competencia electoral, como si una actividad tuviera que ver con otra; sin embargo, el tiempo de la reconstrucción es indefinido y deben tomar en cuenta que hay más elecciones el próximo año, y no podrán tener el mismo pretexto, aunque sus resultados sean cada vez peores.
Las elecciones tienen una gran enseñanza y la mayor lección es la que tiene que ver con el abstencionismo, que podría convertirse en el verdadero contrapeso del poder federal, ante el alto índice de personas que decidieron no votar.
Sin embargo, debe haber una gran diferencia entre no votar y ejercer el derecho al sufragio. Porque el abstencionismo es una manera de ejercerlo; sin embargo, desde los medios de información se insiste en querer ver la realidad actual de México con ojos del pasado.
Ahora debemos entender que el abstencionismo es una expresión viva de la población que merece leerse y estudiarse. Quiere decir que las ofertas ideológicas, partidistas, electorales, candidatos, autoridades del INE no son las adecuadas para muchos mexicanos, y habrá que trabajar en eso.
Dado el índice de abstencionismo, en realidad hubo una derrota generalizada de todos y cada uno de los partidos políticos que participaron en los comicios.
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