Teherán, Irán.- Faltan escasos 18 meses para la elección presidencial en Estados Unidos y, fiel a su estilo, Donald Trump ha abierto dos frentes internacionales para obtener réditos internos de cara a la contienda.
El primero tiene que ver con un cambio de estrategia frente a Irán y el segundo con México, a través de una inédita decisión de aplicar aranceles a los productos nacionales en represalia ante un supuesto incumplimiento de nuestro país en frenar los flujos migratorios provenientes de Centroamérica.
Visto desde Irán, México no la tiene nada fácil. La respuesta de Teherán al coqueteo del secretario de Estado, Mike Pompeo, quien ha dicho que Washington estaría dispuesto a negociar sin condiciones previas, deja poco espacio a una salida si la administración Trump no tiene un gesto de humildad con sus rivales.
De esta forma, la delegación mexicana que encabeza el canciller Marcelo Ebrard será recibida por un Gobierno que habría perdido la primera de las dos apuestas que Trump lanzó para preparar el terreno interno de cara a las elecciones de 2020.
México arriba a su cita en Washington con al menos dos graves carencias: una clara ausencia de visión internacional del Presidente y sin una estrategia previamente elaborada que permita encontrar los argumentos que convenzan al gobierno de Trump de revertir una decisión que tiene un claro trasfondo político.
Ésta no es la primera vez que México enfrenta a Donald Trump. Lo hizo en el pasado, ése que tanto molesta al Presidente, y con resultados exitosos. México se sentó con Estados Unidos a renegociar el TLC con una hoja de ruta perfectamente trazada. Había claridad de los instrumentos que formarían parte de las conversaciones: dar un nuevo balance a la relación comercial, y para ello se requerían nuevas condiciones laborales, estabilidad cambiaria, modificación a los contenidos locales y combate a la corrupción.
Un equipo con estructura y experiencia al que no le faltó temple en los momentos difíciles hizo posible llevar a buen puerto las negociaciones que hoy nos permiten contar con reglas claras y renovadas en nuestros vínculos comerciales con la Unión Americana.
No cabe duda que Marcelo Ebrard es el funcionario más completo y sofisticado del gabinete. No obstante, su trayectoria política difícilmente puede contrarrestar las carencias del primer mandatario. A diferencia de la anterior negociación, en esta ocasión han faltado consensos con el sector empresarial, la participación activa de los tres poderes y el apoyo abierto de la clase política. Es decir, una ausencia total de visión de Estado de quien ejerce su jefatura.
Perdido el acercamiento con Teherán, Washington llegará a la mesa con México dispuesto a obtener los resultados que le brinden las ganancias internas que hoy necesita. Revertir la decisión de imponernos aranceles será labor titánica para un canciller cuya probada experiencia será necesaria a fin de contrarrestar la falta de conducción internacional por parte del presidente López Obrador.
Segundo tercio. La negociación del TLCAN culminó con la firma entre mandatarios durante la cumbre del G20, en Argentina. Para la edición 2020, en Japón, México estará ausente a nivel presidencial.
Tercer tercio. Lo que escribe Ricardo Raphael en El Universal es un secreto a voces dentro de la SRE. La supuesta distancia que ha pretendido tomar la embajadora Bárcena del canciller Ebrard es comentario generalizado desde la planta baja, hasta el piso 21 del edificio de la cancillería. En el piso 22 están más concentrados en sacar la chamba.