La única forma de que Donald Trump elimine la amenaza de imponer aranceles progresivos a los productos mexicanos es que nuestro país cambie radicalmente su política respecto a la migración centroamericana.

Y para allá vamos.

Antier, un grupo de centroamericanos que se habían internado 20 kilómetros en territorio nacional fue detenido por agentes del Instituto Nacional de Migración, policías federales y personal militar.

El grupo fue llevado a la estación migratoria de Tapachula y las imágenes se hicieron virales justo el primer día de negociación entre las delegaciones de México y Estados Unidos.

No fue un gesto de buena voluntad para los Estados Unidos; fue una decisión de política interior obligada ante el amago de Trump de castigar a los productores mexicanos.

El mismo Marcelo Ebrard, jefe de la delegación mexicana, reconoció que “ambos países’’ estuvieron de acuerdo en que el tema de la migración “no podía seguir igual’’.

Ayer, el propio Ebrard dijo que la delegación mexicana presentó –no dijo qué ofreció, pero se sobreentiende- un proyecto en el que se establece una base de la recién creada Guardia Nacional en Chiapas, con seis mil elementos, para atender –contener- el tema migratorio.

Y aunque el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Alejandro Encinas, haya tratado de cambiar el giro de la política migratoria mexicana al justificar la presencia militar en la frontera norte “para combatir a la delincuencia’’, lo cierto es que México endurecerá los controles en su frontera con Guatemala para frenar las caravanas.

No importa que en el discurso López Obrador y Olga Sánchez Cordero siguen diciendo que habrá respeto, tolerancia y ¡hasta trabajo garantizado! para los migrantes.

En los hechos, México habrá aceptado crear un muro militar en la frontera sur para evitar que multitudes ocupen nuestro país como trampolín.
Eso o pagar el costo de miles de millones de dólares por el costo de los aranceles.

****
El acuerdo nacional que se tejía entre gobernadores, legisladores, empresarios y el Gobierno federal para comprometer a los sectores en estrategias para atender los grandes problemas nacionales terminará en un mitin en Tijuana, mañana.

Ése no era el fin del acuerdo; suponía propósitos mayores de largo plazo y no tenía contemplado ser una efímera muestra de “unidad’’ en torno al Presidente, sino un compromiso con el país.

Pero López Obrador precipitó las negociaciones, y algo que pudo haber marcado para bien la ruta política y económica del país terminará en mitin en la frontera norte.

Si para entonces ya hubo un arreglo –hoy continúan las negociaciones encabezadas por Ebrard-, probablemente el tema se quede en la anécdota.
Si no es así, esta demostración de fuerza se nos va a revertir.

Porque si aquí se convoca a sacar el nacionalismo, en Estados Unidos nos llevan, en ese tema, años de ventaja.

¿Había necesidad?

****
Las declaraciones del nuevo secretario del Medio Ambiente, Víctor Manuel Toledo, respecto a la sustitución de combustibles fósiles, no hizo extrañar profundamente a la señora Josefa González Blanco.

Toledo presentó un plan de transición energética y entre otras cosas dijo estar en contra de la instalación de las gigantescas “aspas que atrapan el aire de los territorios indígenas’’, es decir, la generación de energía eólica.

Quién sabe si el flamante funcionario piense que las “aspas’’ –los generadores- le roben el aire a los indígenas y éstos puedan morir o por qué su oposición a esta forma ecológica de generar electricidad.

¿Qué será mejor? ¿Una ex secretaria que creía en los aluxes o un secretario al que le gusta economizar aire?