En un vuelo de Viva Aerobus que regresaba este domingo de Tijuana, con muchos integrantes de la 4T a bordo, algún integrante de la tripulación tomó al altavoz para decir algo así:
“Estimados pasajeros, estamos sobrevolando el hermoso aeropuerto militar de Santa Lucía; véalo: impecable, funcional. Les pido que me busquen un cerro, un cerro que impidiera despegar o aterrizar. No existe. Llevo años sobrevolando esta zona, y nunca he visto un cerro”.
Este inspirado piloto nunca ha visto el cerro de Paula, a 10 mil metros de altura, pero lo que sí parece que notó fue la presencia a bordo de altos funcionarios del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Tampoco se puede culpar a este empleado por su emotivo discurso, porque vuela para la única línea aérea que, aun sin los estudios de aeronáutica y permisos internacionales necesarios, ha decidido que sí le entra al proyecto caprichoso de Santa Lucía.
Hacer política desde el timón sirve tan poco como hacerla desde la tribuna mañanera, para un asunto que tiene que ver con cuestiones técnicas, económicas y medioambientales. Pero sobre todo de sentido común.
Ahora sabemos que la autoridad ambiental, parte del Gobierno federal, se niega a emitir a manifestación de impacto ambiental si no cuenta con la información completa. Y eso habla muy bien de ellos, sobre todo ante la presión que deben estar recibiendo por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
La información que otorgó el Ejército Mexicano, en su calidad de constructor, a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales carece, de entrada, de un proyecto ejecutivo acabado.
Es tal la cantidad de fallas y puntos negativos en torno a mantener este proyecto de construir un aeropuerto en la base militar de Zumpango, en el Estado de México, que tendría que desecharse de inmediato.
Y, por ejemplo, a ese piloto aviador que aseguró que nunca ha visto un cerro en esa zona deberían impedirle usarlo, si es que algún día se construye ese caprichoso aeropuerto, porque los expertos que analizan el proyecto señalan que, a pesar de que movieron de lugar una de las pistas, sigue interfiriendo con el cerro de Paula.
No hay permisos ambientales, hay una suspensión judicial de la obra, las principales líneas aéreas ya dijeron que no volarán a ese aeropuerto. ¿Qué falta para que se frene este capricho y se reconsidere la concesión de la obra de Texcoco? Sentido común.
No vaya a ser que alguien le diga en la oreja al Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que con ese aeropuerto se afectará a las líneas aéreas estadounidenses. Porque podría tener ahí otro pretexto para meterse con México, y más ahora que inicia su campaña electoral.
Total, ya vio la puerta abierta, y es sabido que no tiene filtros de ninguna especie en su intervencionismo.
Dicen desde la Presidencia de México que al proyecto de Texcoco no se le mueve ya ni un pelo, pero no alcanzan a ver la despelucada que nos daría como país mantener el capricho del aeropuerto de Santa Lucía.
LEG