Ante el embate más reciente de Trump, muchos obradoristas piden que la sociedad mexicana en general, pero particularmente la oposición política, muestren “altura patriótica” y apoyen la estrategia presidencial. El problema es el significado real tras esas peticiones: lo que buscan es condenar a todo aquél que cuestione las decisiones de López Obrador.
En democracia, atacar la pluralidad de opiniones solo porque existen, y aspirar a cualquier uniformidad más allá del concepto de ciudadanía, siempre será despótico. Al final, el discurso “si no estás con el presidente, estás contra México”, es un llamado a abandonar la política misma. Desistir de ella justo cuando más la necesitamos: en una crisis nacional.
Por otra parte, me queda clara la postura obradorista. Tienen que llamar a la uniformidad como medida preventiva: si el gobierno falla y el país entra en una guerra comercial por la megalomanía de Trump y el entreguismo de López Obrador y Marcelo Ebrard, podrían argumentar que no fracasó el gobierno sino toda la clase política, incluyendo la oposición.
Explotar, pues, una sensación de “caímos, pero caímos juntos”, y de paso, llamar “traidores” y “agentes extranjeros” a todos los que se beneficien electoralmente por el fracaso autoinfligido del partido en el gobierno. Pero sería una hipocresía mayúscula, ya que si las cosas salen bien, el obradorismo no dirá “ganamos todos”. Al contrario, dirán que el presidente nos salvó a pesar de los que, según ellos, quieren que le vaya mal al gobierno.
Quiero ser muy claro: yo espero que MORENA y sus aliados pierdan estrepitosamente en las elecciones de 2021, y que no se hagan de ninguna otra gubernatura. ¿Por qué? En pocas palabras, porque creo que su visión de país va a contracorriente en muchas de las tendencias mundiales que México podría aprovechar. Pero eso no es lo mismo a que yo quiera “tumbar” al gobierno. Eso no le conviene a nadie. Ni a la oposición democrática; ni al empresariado chico, mediano o grande; ni a los 54 millones de mexicanos en pobreza.
Amar a México requiere más que cantar el himno nacional o evitar temas incómodos que chocan con nuestra idea de mexicanidad. Requiere de la voluntad de los individuos para defender lo que creen que es correcto, sea popular o no. Al obradorismo se le olvida su legítima y positiva crítica a la visita del candidato Trump a Los Pinos en 2016. El propio Peña Nieto reconoció que la visita fue un gran error. Y aún así nadie, desde el gobierno, llamó “traidores” o “mezquinos” a los obradoristas por no apoyar la maniobra peñista.
Quien tiene el poder, tiene la responsabilidad. Pero ni el presidente ni sus seguidores lo han entendido. Siguen pensando que cuestionarlos es querer desestabilizar al país. Mi respuesta a esa actitud es simple: en ningún momento dejemos de hablar de los asuntos públicos y los temas incómodos; no dejemos de preguntar y pedir explicaciones al poder; nunca abandonemos la política. En democracia, esa es la verdadera “altura patriótica”.
@AlonsoTamez